Llegara el día en que se pierdan los susurros en nuestros oídos,
se desprenda la ternura se nuestros labios,
la tersura de paso a surcos maltrechos,
cuando lo perdido agonice en nuestros recuerdos,
el dolor entonces, se hará dueño del llanto eterno,
mas no habrá posibilidad de regresar,
tampoco el testigo se hará presente,
ni especulara con la posibilidad,
por que somos nada,
aunque creamos serlo todo.
Solo somos un grano de arena
en la inmensidad de los mares,
de los desiertos, y nos vemos dioses.
Cuando llegue ese día,
querre ser la luz que atraviese
tu mano, para iluminar
mi espiritu.
Enrique