A veinte leguas de Pinto y treinta de Marmolejo existe un castillo viejo que edificó Chindasvinto. Perteneció a un gran señor algo feudal y algo bruto; se llamaba Sisebuto su esposa, Leonor; su hijo, Sindulfo; su hermana, Berengüela y una tía de su abuela que atendía por Mariana. Era una noche de invierno, noche oscura y tenebrosa ! noche atroz, noche de infierno! Cabalgando en un corcel de color verde botella raudo como una centella llega al castillo un doncel. Salta el foso, llega al muro La poterna está cerrada, "¿Me habrá engañado mi amada?" Exclama, !vaya un apuro¡ De pronto siente sobre su cabeza una cuerda que resbala tiende la mano y tropieza con la cuerda de una escala. "Ah!", dice con un fiero acento, "Ah!", vuelve a decir furioso, "Ah!", repite victorioso, "Ah!", otra vez... y así, hasta ciento. Sube que sube que sube trepa que trepa que trepa cae en brazos de un querube, la hija del conde, !La Pepa¡. "Lisardo, mi amor, mi anhelo, único ser al que yo adoro el de los cabellos de oro y el de los ojos de cielo, que sientes, di, tu, a mi lado? que sientes, tu, junto a mí?" "Siento frío" "Frío has dicho? Eso me inquieta. Frío has dicho? Eso me espanta. !No llevarás camiseta¡ Pues toma, ponte esta manta..." y le dió una servilleta.
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