Tú que tantas veces me envolviste en tus olas cuando estaba triste, extrañando al amor que estaba lejos... Tú que recibiste mis lágrimas confundiéndolas con las gotas que son tu esencia; por ellas eres lo que eres... Tú que brindaste paz y sosiego a mi espíritu andariego... Tú que me enamoraste tantas veces, ocupando mi tiempo, robando mi tiempo, enredándome en tu tiempo tan salvaje y desmedido... He necesitado confundirme con tu cuerpo y acariciarte tantas veces, en cada salto, en cada cielo, en cada luna reflejada en ti... No dejes que los hombres te cambien de color y piensa que, cada vez que te visito, me ilumino con estrellas de mar, con vida, e ilusión.
Coscolin
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