NO CALLARE
No volveré a callar, pues sin hablar,
otorgo a los que escuchan mis oscuros silencios,
mis tristes agonías y mis más amargos momentos.
No volveré a callar, no he de perderme más
en el cruel laberinto de mi soledad, tan lleno de fantasmas
y silencios que no han tenido para mi, jamás piedad.
Cuando yo he callado, he perdido sin remedio
esa fe en mi ministerio, pues el silencio fue en mi ave agorera,
que anunciaba a su paso la triste procesión de mis quimeras.
He perdido sin remedio la alegría de vivir y mi secreto,
y me he llenado de tristeza al poseer como único legado,
la oscura potestad de mi silencio.
No, no volveré a callar, pues cuando no he hablado,
se han pedido mis momentos de amor,
de alegría, de luz, de fe y de respeto.
No podría más callar si acaso fuera testigo
del amargo momento, en que la vida escurre
como el agua perdida de un venero.
Y así, he de elevar mi voz, cuando la turbia huella del deseo,
se imponga a la ternura que nos otorga pleno el mágico momento
de un encuentro con el amor, en la dulce cercanía de un cálido beso.
He de hablar, y así lo juro, cuando sea a menester
que mi voz eclipsara al cruel silencio, cuando ya no tenga
en este camino plagado de misterio, más que la fuga espiritual del rezo.
Más no abriría jamás el labio traicionero, si acaso la lengua viperina
tratara con negro afán aventurero, de exterminar algún honor caído,
o prodigar algún elogio lisonjero en arfas de un afán maligno y pleno.
He de callar el labio pretencioso, cuando perturbe
en un afán triste y ocioso, en la agonía del místico momento;
o cuando mi voz no sirva ¡Oh inhumano!
Para otorgar la paz a algún hermano o este enorme amor que llevo en el pecho.
No, no volveré a callar, pues sin hablar,
me voy muriendo de tristeza y soledad, sumido en el silencio
de este pobre cuerpo mío, el cual se pierde en el limbo del misterio,
donde, pudo haber sido, o donde, tal vez algún día,
para darme cuenta al fin que ya no es tiempo,
pues mi cuerpo ahora, ya está muerto.
EDUARDO