EN MI FUNERAL
El día aciago que yo muera
te pido por piedad esposa mía,
llévame por la noche hasta la iglesia
y enciende una vela por mi suerte,
pero solo enciende una, porque más,
agitarían a la muerte.
Para ese día que yo muera
quisiera así pedirte dulce amada,
que te sientes tranquila ahí, a mi lado
y me mires sonriente y pensativa,
y más tarde que recuerdes,
todo el tiempo feliz que hemos pasado.
Las ilusiones que cristalizaron,
esos grandes ensueños que logramos,
y sobre todo yo te pediría, de mi,
de mi por favor no te despidas que a mí
me bastaría tan solo un “hasta el rato”
y así, así ríe, ríe un poco recordando
los buenos momentos que tan juntos alcanzamos.
Para ese día que yo muera
si tu aceptas de mi otro pedimento,
no quiero procesión al cementerio,
que no salgan a la esquina las mujeres
a preguntarse con morboso acento,
¿Y quién sería por Dios ese que ha muerto?
¿Quién será ese que ha armado todo este revuelo?
Recuerda por favor, no me hagas eso,
no quiero precesión porque bien se que sería
para todos muy molesto, retrasar sus caminos y sus prisas,
por el lento caminar de la carroza que acarrea a los muertos.
Y no, no lleves plañideras al sepelio, que no lloren mujer,
que hoy te recuerdo la molestia que siempre me ha causado,
que una lágrima falsa caiga al suelo, y si alguien
a ti te otorga el pésame, recíbelo cansada y sin oídos
cuando te den ese estribillo conocido y pinturero de:
“Hay como lo siento, y tan bueno que era el muerto.
No, no lo aceptes mujer ¡Falso es el verso!
Diles siguiendo así su juego que ellos a mí, no me conocieron,
y que no lo sienten porque el sentimiento es bello,
y se crea lentamente, con los años y ellos conmigo,
¡Nunca convivieron! Y ¿Qué yo era bueno?
Eso solo tú lo sabes, la bondad te la da Dios sobre esta tierra,
y son buenos los santos, los niños y los buenos animales
y también los cielos, y yo, nunca fui bueno.
Para ese día que yo muera dulce esposa
ya por última molestia te daría,
trasládame desnudo hasta la fosa con música muy suave,
sin llantos y sin prisas, y cúbreme la cara con tus manos
cuando caiga sobre mí la fresca tierra,
para llevarme tu tibieza así tatuada
hasta que el tiempo para ti, también fenezca.
Y al fin habrás de colocar en mí lápida un recuerdo
que haga eco en tu pecho dulce amada:
“AQUÍ DESCANSA PARA SIEMPRE UN LOCO,
SOÑADOR INCANSABLE SIN REMEDIO,
POETA AL CANTARLE A SU ADORADA
Y PARA TODOS SUS PACIENTES, MEDICO,
QUE DIOS BENDIGA AL QUE AQUÍ REPOSA,
EL DE LA VIDA HUMILDE Y SIN PECUNIA,
ESTE DIA VINO CON EL SU DULCE ESPOSA
Y HASTA EL CIELO LLORO, LLUVIA DE JUNIO”
EDUARDO