Silencio. Rodea el silencio a la reina, reina mora, luz del alba, mientras se pierden sus pasos, bajo almendros florecidos, por los patios de la Alhambra.
Sola y triste se ha quedado, con el alma atribulada, que Boabdil ya marchó a luchar contra cristianos por la vega de Granada, ¡qué lejos está mi alma!, ¡qué lejos está, mi Dios!
Eleva sus ojos la reina hacia las cumbres nevadas y siente en su corazón dagas, espadas y lanzas, y ese frío que atenaza al presentir, con horror, el ruido ensordecedor del fragor de la batalla. ¡Qué Alá proteja a su amor! ¡Sin él su vida se apaga!
Nuevas llegan a la reina, nuevas llegan a la Alhambra, que don Gonzalo ganó a Boabdil la batalla. Éste regresa vencido. Ya va llegando a Granada.
La reina corre al jardín. Con su alegría desbocada y gran temblor en las manos, quiere elevar oración, quiere dar gracias a Dios, como cuando era cristiana, porque ha permitido vivir al caballero cristiano. Por protegerle la vida a su señor, don Gonzalo.