Coloquio de Inocentes
Los observé, miré sus rostros absortos,
sin que se dieran cuenta.
Atisbé en ellos esa inocencia
de no saber lo que es el mundo
ajenos a toda maldad.
Conversaban, en ese lenguaje,
que solo ellos podían entender,
los sentí indefensos, tiernos capullos
que comenzaban a vivir.
Admiré la obra de Dios
porque abrió mis ojos
para poder ver a través de sus sonrisas
ese mundo que solo pertenecía a ellos
¿Cómo saber que pensaban,
que sentían? eran inocentes.
Sus pensamientos y sus acciones
no estaban formados
no herían, no odiaban,
un traslucido mundo
se abría ante ellos
eran propiedad de Dios.
¿Quien pudiera ser como ellos?
y pertenecer a un mundo de pequeños
donde no hay barreras de lenguaje,
no hay indiferencia,
donde no se necesita el perdón.
Estaban en medio del tumulto de gentes,
pero ellos no lo notaban,
centrados en sí mismos
ajenos a todo lo que los rodeaba
en un coloquio de inocentes
se comunicaban en el lenguaje
más sincero; la pureza.
Daisy Bonilla