LA SOLEDAD
Un paciente me dijo una vez: «¿Para qué voy a ir al cine,
si ella no está?», y el cine le encantaba.
También recuerdo una mujer que, cada vez que su
marido viajaba, descuidaba su arreglo personal al
máximo (en realidad ni se bañaba) y se encerraba
a ver la tele todo el día. No estaba deprimida, era
víctima de un pensamiento dependiente:
«¿Para qué, si él no está?». Absurdo, como cualquier
patología: para qué vestirme, para qué cuidarme,
para qué conectarme con la gente… En fin, para
qué vivir, si el hombre o la mujer (mi hombre o
mi mujer) no está presente.
Los que son más o menos independientes saben que
cuidarse, estar limpio y bien vestido es para
agradarse a uno mismo. ¿Narcisismo? No.
Más bien autoexhibicionismo: sentirse atractivo
sin acuerdos ni consensos externos, ser espectador
de uno mismo. Cuando estamos en pareja, nos
acostumbramos a hacer la mayoría de las cosas a
la par, algo que penetra en nuestro repertorio
conductual hasta que se transforma en hábito, y
si el otro no está presente, nos sentimos extraños y
desubicados.
La soledad afectiva no tiene por qué ser una tortura.
Hay que aprender a jugar y estar con ella.
La soledad no se define por sustracción (estar «sin ella»
o «sin él»), sino por una multiplicación del «yo» que
se recrea en el autodescubrimiento.
Y no estoy hablando de los retiros espirituales o irse a
la cima de una montaña desierta (si bien no niego
que a veces pueda ser útil hacerlo); lo que sugiero es
apropiarse de la soledad, tocarla, ensayarla y
meterse de lleno en ella, perderle el miedo y
convertirla en una experiencia alegre y fructífera.
La soledad inteligente no es desolación o aislamiento,
es una elección razonada donde los demás siguen
disponibles para el encuentro: tu pareja no es un
lazarillo. Invítate a ti mismo a salir y conversa de «tú a tú»
o de «yo a yo». Tu mente te extraña.
Y aunque hagas todo lo posible para justificar la
presencia de la persona que amas en cada instante
de tu vida, tendrás que reconocer, aunque sea a
regañadientes, que la pareja a veces sobra y
molesta a pesar de que la ames.
Hay momentos que son exclusivamente tuyos
y que no están diseñados ni pensados para nadie más.
¡Utilízalos y sácales provecho!