La imperfección de ninguna manera es un enriquecimiento del hombre. Todo lo contrario: el ser humano al ofender se devalúa, se degrada, se priva de la plenitud que le es propia. Se vuelve esclavo.
Un noble inglés iba de caza con un amigo, cuando vieron un armiño blanco que huía de una mata cercana. Lo persiguen hasta acorralarlo delante de una zanja llena de fango. El armiño cercado se echó al suelo gimiendo. Extrañado ante la actitud del animal, el noble preguntó a su compañero de caza: — ¿Por qué el armiño no habrá cruzado la zanja para librarse? Éste le explicó: —El armiño prefiere morir antes que enlodar su blanca piel. Admirado por actitud tan delicada, el cazador se llevó el animalito a su mansión como mascota.