Capitulo I
En un verano del año X llegaron los Sres. Williams y recorriendo ciudades y pueblos, encontraron en un paraje un hermoso castillo que les fascinó por su paisaje y decidieron comprar el hermoso castillo que se encuentra en las afueras de Monteviejo.
Todos los vecinos del pueblo al saber de la noticia hablaron y entre corrillos decian: Este hombre está loco, no sabe donde se mete, ese castillo está enbrujado hay fantasmas y maldiciones sobre él.
Pero el poderoso Williams con sus poderosos dólares, haciendo caso omiso a las habladurías y cotorreos de la gente, emprendío las negociaciones con el Marqués de Monteviejo, actual propietario de tan preciada joya, y empezaron a formalizar la compra.
Los marqueses de Monteviejo con el fin de que no hubiesen malos entendidos, pusieron al corriente al Sr. Williams de los más íntimos y oscuros detalles que corren sobre el Castillo de Monteviejo, así pues, le dijeron que ellos mismos no vivian en el castillo, ya que en varias ocasiones habian tenido motivos personales de miedo y desconfianza.
Le contaron que un día la Duquesa de Parla, invitada que tenian se les aparecio un fantasma, justo en el momento en que la Duquesa de Parla empezó a vestirse para la cena de gala que tenian en dicha noche. No solo es ese caso, tambien ha sido visto por el alcalde de Monteviejo y por el comisario de policía, esto hizo correr la voz, por lo que nos quedamos sin servicio y tuvimos que desistir de vivir en el castillo y muy a pesar nuestro, no por motivos económicos, ponerlo a la venta.
Capitulo II
Pero Ud. cree verdaderamente en los fantasmas Sr. Marques?. A lo que el marqués, casi algo ofendido, contestó: me temo que sí Mister Williams, como si no iba yo a poner en venta la casa de mis ancestros. Aquí pasaron mis seis últimas generaciones, aquí pase mi niñez, mis primeros amoríos y aquí forme mi propia familia....
Si los muros, pasadizos y torreones de este castillo hablaran, os sorprenderían. No hay duda Mister Williams que es Usted americano, a lo que Mister Williams quedó tambien algo sorprendido por estas palabras.
Pero el Marqués de Monteviejo siguío diciendo, recuerde que le advertí y estoy a su entera disposición para cuando convenga e informarle de todo lo que ya en parte le anuncié.
El Sr. Williams pasó tranquilamente dos semanas en Monteviejo, conociendo su campiña, sus establecimientos y su gente. Aprobechando incluso para comprar ciertos enseres personales y algunos más para su futura residencia.
Pasados esos 15 días se cierra la venta ante el escribano (Notario), se hace efectiva la cantidad pactada en dicha transación inmoviliaria, cantidad que no daremos ya que fue pactada en silencio.
Llegado el día se instalaron el Sr. Williams y su esposa, una verdadera bellaza con rasgos latinos, mujer de mediana edad, esbelta, elegante, de cultura refinada, ojos verdes y una larga melena negra. Más que una dama anglosajona sería la mezcla de dos puras razas.
Tenían el matrimonio dos hijos, al mayor le pusieron Vespucio en honor al presunto descubridor de América. Era un joven rubio que acreditaba sus raices paternas, pero en nada parecido a los rasgos maternos de tez morena y labios carnosos.
Encantado el joven Vespucio de la adquisición de su paddre, pues la nobleza y los escudos de armas furon siempre su pasión y debilidad.
Por el contrario la hija de los Sres. Williams, la señorita Elizabeth, una joven encantadora, dulce y ligera como una gacela, de grandes ojos verdes, excelente amazona que montaba una pequeña potra de nombre "Pura".
Eran unos niños encantadores, respetables, admirados, queridos.
El castillos de Monteviejo se encuentra a 25 kilómetros de a verdadera civilización, de la gran ciudad de nombre Mermejo, distancia que sólo se podía recorrer por caminos pedregosos y un inmenso bosque, donde se percibía un agradable olor a pino en el aire, la primavera era todo un espéctaculo florido, en la campiña se podía encontrar todo tipo de florecillas silvestres, de las más raras especies y colores que se han podido ver.
Capitulo III
De vez en cuando entre arbustos, salía algún faisán, verdadera pieza deseada por cualquier cazador, palomas torcaces, y alguna que otra liebre.
Los helechos del camino escondían multitud de animales.
Llegando a la recta que lleva al castillo de Monteviejo, el cielo se volvío gris con nubes que presagiaban agua lo que empezó a caer grandes gotas de agua.
Habían ya admitido al personal de servicio y llegando a la escalera principal, al pie de la misma, esperaba una dama vestida de negro con cofia blanca y delantal a juego. Su nombre Sra. Martin, la Sra Williams la saludó atentamente con su acento inglés pero en un castellano perfecto, a lo que la Sra. Martin hizo una escuenta reverencia a medida que los Sres. Williams y sus hijos llegaron.
Sean Uds. Bienvenidos a su casa el Castillo de Monteviejo, pasaron entrando y tomando posesión de su propiedad, en un hermoso vestíbulo donde la presencia de armaduras de caballeros, lanzas y estandartes, daban un sabor de nobleza española. Pasando seguidamente a la biblioteca revestida de madera noble, con muebles castellanos y sillones repujados en cuero, todo artesanal. Había una vidriera de colores y dibujos algo religiosos que no entonan a una sala de letras, pues más bien sería a un claustro religioso. En una de las paredes había unas estanterías que cuidadosamente tenían una de las mejores colecciones de libros antiguos.
Se podía leer desde una Sagrada Biblia de más de 500 años, pasando por Cervantes y su gran obra "El Quijote"
incluidas obras de Moliere o Julio Verne. Todo acogía a tomar un buen té o una buena copa de vino tinto o un fino Tio Pepe.
Sentados en la sala la Sra. Williams obserbo una mancha sospechosa en el suelo, lo que hizo averiguar qué era. Una vez averiguado resultó ser una antigua mancha de sangre.
Qué horror exclamo la Sra. Williams, la sangre no la tolero, me pone nerviosa, por lo que mandó limpiar inmediatamente a la Sra. Martin, que con una leve sonrisa salío del salón.
Era la sangre de una de las invitadas del antiguo Marques de Monteviejo, el hoy fantasma.
En su día fue hallada muerta y todo quedo en un misterio, una muerte extraña sin resolver hasta la fecha.
Pero dicen que el espíritu de aquella invitada sigue vagando por el lugar, y la sangre aun siendo limpiada, cada cierto tiempo vuelve aparecer sin poderse quitar.
Vespucio alzó su voz varonil diciendo: eso son habladurías, con un buen quitamanchas y un buen chorro de salfumán eso desaparece, y sin pensarlo dos veces, Vespucio agarró manos a la obra y se puso a frotar enérgicamente el suelo con los mencionados productos antes de que llegara el ama de llaves, en pocos segundos desapareció la mancha de sangre, orgulloso de si mismo Vespucio miró a su familia y a la propia Sra. Martin.
Pero en ese mismo instante, un aterrador estruendo y un rayo iluminó el salón, quedando todos paralizados, desmayandose la Sra Martin.
Para quitar importancia al tema, el Sr. Williams exclamó: qué clima mas horroroso, mientras encendia un gran puro habano.
Querido dijo la Sra. Williams: qué podemos hacer con una señora que se desmaya por el ruido de un trueno. Descontarselo como tiempo no trabajado, así no volverá a desmayarse contesto el gracioso vaquero americano.
En unos segundos el ama de llaves volvío en sí y con tono algo nervioso le dijo a la señora que intuía desgracias en un futuro en esta casa. Me han contado cosas que podrían poner los pelos de punta y mucha son en el transcurso de la noche. Los Sres. Williams contestaron que son leyendas de Europa en las que nosotros no creemos, ni espiritus, ni en fantasmas.
La Sra. Martín pidío permiso de retirada y con una voz y cuerpo tembloroso se retiró a su aposento.
La madre naturaleza presentó la noche con furia y se hizo escuchar y pasada la noche no ocurrió nada que no fueran los truenos y ruidos de la tormenta.
Salío un nuevo día y cuando todos bajaron al salón a desayunar, atónitos todos vieron que las manchas de sangre habian salido nuevamente.
Vespucio no podía creer que su trabajo había sido en vano, que aquel esfuerzo y trabajo suyo había sido en vano, que aquel esfuerzo y trabajo suyo no sirvio para nada por lo que empezó a pensar esto es obra del fantasma. Y sin pensarlo otra vez empezó a quitar la mancha, la que a la mañana siguente reapareció otra vez.
El Sr. Williams cerró la biblioteca con llave guardándose la misma antes de haber limpiado nuevamente la mancha, al tercer día abrío y la mancha seguía allí.
La familia entera empezó a preocuparse, y empezarón a tener ya sus dudas sobre la existencia de supuestos fantasmas.
La Sra. Williams decidío afiliarse a la Sociedad Paranormal. Vespucio por su parte decidío poner en conocimiento de las autoridades y administración de Monteviejo, incluida otra de las mismas a Mermejo. Todo relacionado con la limpieza y aparición de las manchas de sangre, con los supuestos crimenes.
A todo lo acontecido se estaba despejando las dudas de la existencia de los fantasmas en el Castillo de Monteviejo.
Capitulo IV
Después de la atormrntada noche, salío un día caluroso y soleado, por lo que a la llegada del atardecer toda la familia decidió salir a pasear en uno de los lujosos carruajes que tenían y su correspondiente caballería del castillo. Regresaron pronto tomando una ligera cena que previamente había encargado al ama de llaves, una sopa de verduras y una pechuga a la plancha, y un rico postre con crema. La cena fue amena, sin hacer mención alguna al tema de los fantasmas ni de temas paranormales, hablaron de algo de ópera como los grandes tenores, Carusso, Beniamino, Gigli, Miguel Fleta o Mario Lanza, entre otros, así como de las dificultades de muchas familias, comó los agricultores tratan el campo, o los ganaderos los animales.
La cultura estaunidense o la cultura europea, la riqueza del idioma o la dulzura del acento, se habló de todo menos tocar el tema de lo sobrenatural.
Después de una larga sobremesa al filo de la media noche se retiraron quedando a oscuras el misterio de la noche, y con él, el castillo de Montenegro.
Aún no habian conciliado el sueño cuando el Sr. Williams escuchó un extraño ruido en el pasillo que lleva a su alcoba, se incorporó algo asustado y miró el reloj, era exactamente la una de la madrugada, tomó un sorbo de agua del vaso que tenia en su mesilla y se mentalizó diciendose no es nada, pero el extraño ruido se seguia oyendo, y como acompañado de pisadas.
Armándose de valor decidio salir, al abrir la puerta se reflejaba en el pasillo la luz de la luna, la figura defectuosa y difusa de un anciano de aspecto terrible, sus ojos eran como dos llamas en ascuas, una larga melena de mechones mal peinados que recaen sobre sus hombros, sus ropas de un estilo de la época antigua llena de jirones y en sus tobillos unos grilletes con cadenas oxidadas.
El Sr. Williams se armó de valor y menospreciando lo que tenía a la vista y en tono sarcástico le dijo:
-Espero lubrique sus cadenas, le daré un frasquito de 3x1, que con una sola aplicación hace verdaderos milagros. Se lo dejó aquí al lado del baúl que mantiene un candelabro y sin esperar contestación alguna volvío a su aposento cerrando la puerta a doble llave.
El fantasma de Montenegro totalmente enfadado tomó el frasco arrojándolo contra el suelo, y entre gemidos desapareció.
Capitulo V
Llegando a una de las torres del castllo pasando por un pasadizo secreto en una estancia, se apoyó sobre un rayo de luna para recuperar tan tremenda carrera, nunca jamas en su larga existencia había sido tratado de esa manera tan vulgar. Le vino a su pensamiento cuando a la invitada del marqués de Montenegro le dio tan tremendo susto, cuando se vestía ante el espejo o mismo cuando los criados de la época habian sido aterrorizados por sus gracias y llegaron a marcharse todos dejando al marqués sin servicio y habiendo decidido por aburrimiento o por miedo vender dicho castillo.
De todo eso se regocijaba en pensar, y se molestaba en que ahora un cowoy venga a insultarle de semejante forma a él que se considera dueño y señor del castillo. Ningún fantasma habia sido tratado de tal forma por lo que decidío vengarse ante tal humillación.
Al día siguiente cuando la familia Williams se reúne a desayunar, salío en la conversación lo acontecido en la noche sobre el fantasma. El Sr. Williams con tono algo autoritario dijo: No deseo hacer ningun daño al fantasma, que no me moleste y yo no le molestaré, digamos que había conmenzado una llamada guerra que tendría fines imprevisibles.
No voy a soportar ruidos nocturnos ni chasquidos de cadenas, lo único que soportaré hasta que encuentre la solución, serán las apariciones y desapariciones de las manchas de sangre.
A lo que Vespucio y su hermana la Sta. Elizabeth, empezaron a hacer una apuesta, si ganarían esa guerra su padre o el fantasma.
Pero se quedaron atónitos y sin respiración cuando en lo alto del respaldo de una de la sillas del vetíbulo estaba sentado el fantasma articulando sus manos graciosamente.
El fantasma emprendío su revancha y a la noche siguiente, poco después de que todos se retiraran a dormir, un espantoso ruido se oyó en el vestibulo, a lo que todos apresuradamente bajaron y vieron que una de las viejas armaduras se había descompuesto y yacía en el suelo como si en una lucha hubiese participado y hubiese sido vencida.
Míster Williams que en su mano derecha sostenía un revólver del calibre 38, sin mediar palabra disparó y haciendo alarde de su buena puntería, la bala atravesó la cabeza del fantasma, este en un grito de cólera salío huyendo con tal violencia, que a su paso, el aire apagó las velas que sostenía el candelabro de Vespucio, dejando a oscuras el vestibulo. En lo alto de la escalera con carcajadas demoníacas profería burlas y movimientos de todo tipo cuando la familia se quedo como petrificados. La Sra Williams con su camisón de seda transparente hizo acto de presencia, a lo que el fantasma desaparecío tras el muro sin que ella se percatara de nada de lo ocurrido. Qué a pasado cariño? he oído disparos y ruidos extraños? Nada contesta el Sr. Williams todo está en calma.
El fantasma que tras el muro era espectador de lo que acontecía, furioso opta por tomar forma de Murciélago, habilidad que tenía en sus poderes de tomar forma de algunos animales o monstruos, los más repulsivos. Ventajas que tuvo a lo largo de su despreciada vida y que tantos beneficios le había proporcionado.
|