Ahora que las voces se silenciaron Y los clamores se apagaron Aquí, al pie de la cama Mi alma se eleva hacia Ti, para decirte: Te amo con todas mis fuerzas
Gloria a Ti Señor Deposito en tus manos La fatiga y la lucha Las alegrías y desencantos De este día que quedó atrás
Si he sido infiel, si pronuncié palabras vanas Si fuí espina para alguien, perdón Señor No quiero esta noche entregarme al sueño Sin sentir sobre mi alma la seguridad de tu misericordia
Tu dulce misericordia, enteramente gratuita Señor Te doy gracias Padre Mío Porque has sido la sombra fresca Que me ha cobijado durante todo este día
Te doy gracias porque: Invisible, Cariñoso, Envolvente Me has cuidado como una madre A lo largo de estas horas Señor a mi derredor ya todo es silencio y calma Envía el ángel de la paz a esta casa
Relaja mis nervios sosiega mi espíritu Suelta mis tensiones, inunda mi ser de silencio y serenidad Vela sobre mí Padre querido Mientras me entrego confiado al sueño Como un niño que duerme feliz en tus brazos En tu nombre Señor, descansaré tranquilo
Vino, sentimiento, guitarra y poesía hacen los cantares de la patria mía. Cantares... Quien dice cantares dice Andalucía.
A la sombra fresca de la vieja parra, un mozo moreno rasguea la guitarra... Cantares... Algo que acaricia y algo que desgarra.
La prima que canta y el bordón que llora... Y el tiempo callado se va hora tras hora. Cantares...
La luz
La luz! ¡La luz! He aquí la luz que inunda el mundo y nos besa los ojos y el corazón, ¡la luz! ¡Ah! la luz danza, delirante, en el centro de la vida, como en medio de una pradera! Mi amor, amada mía, si la luz lo toca con sus dedos, suena dulcemente como una campana de cristal. El cielo se abre. El viento huye saltando como una muchacha transparente. Y una como risa apasionada se desborda por toda la tierra. Sobre el corazón de la luz, amada mía, la mariposa abre sus alas tan tiernas casi como las alas de tu sonrisa. Sobre la cresta de las ondas de la luz se encienden los jazmines. La luz, amada mía, pone a las nubes un halo de oro y azul, y parece una reina vestida de su propia belleza. Un inmenso júbilo se extiende, de hoja en flor y de flor en ola en torno al mundo. El río del cielo ha borrado sus orillas. ¡Y la ola del gozo nos ahoga!