Prefiero una mirada directa, profunda y sincera, de esas que leen el alma y acarician suavemente, a un iris de color perfecto, con unas perfectas pestañas y una perfecta mirada lejana.
Prefiero una voz que sepa decirme las palabras justas con el tono que cure mis heridas, al perfecto tono y perfecto volumen de una voz que sólo dice lo que quiere oir cuando quiere hablar.
Prefiero un cuerpo que me de calor, me ampare y me abrigue cuando sienta morir y necesite cobijo, al perfecto cuerpo, con perfectos músculos, que sólo sabe mirar su propio perfil.
Prefiero unas manos tibias, generosas de cariño esas que no miden lo que dan y que siempre están prontas, a las perfectas manos lisas, delicadas y suaves con las uñas limadas y que sólo se usan para sí mismas.
Prefiero, en fin, un hombre que se me dé por completo en cuerpo y alma sin que el resto del mundo exista, a un modelo de revista que sólo vea su imagen cuando se mira en el espejo. MARIA DEL CARMEN GARCÍA
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