Entro, ahora, en el interior de mi mente consciente y subconciente y elimino de ellas toda angustia y ansiedad. No necesito ni siquiera conocer las causas.
Sólo tengo que decidir que desaparezcan definitivamente esa agonía, esa opresión, esa sensación de malestar, y es lo que estoy haciendo ahora.
Limpio mi mente de todo pasado, presente y futuro negativo y perturbador.
Sé que soy hijo de Dios perfecto y, como hijo de Dios prefecto, soy guiado divinamente en mi mundo de amor, de negocios, de salud, de relación, de decisiones, de compromisos.
Todo me está saliendo bien. Dios me guía maravillosamente bien.
Ahora me siento liviano, alborozado y lleno de confianza, libre como las aves en el cielo.
Qué bueno es vivir así! Y será siempre así. Amén.
Extraído del libro "El poder infinito de la oración" de Lauro Trevisan