MUERTA
En la
noche llegó, sombra furtiva, tras largo acecho en los
alrededores, pisoteando en el jardín las flores, ladrón de vidas, muerte
vengativa. De insaciable avidez, tan posesiva que con nadie comparte sus
horrores, ajena a los lamentos precursores de su macabra y triste
comitiva. Silenciosa avanzó por el pasillo, bajo el capuz siniestro un
débil brillo al fondo oscuro de la calavera. Subió a su lecho, la absorbió
el aliento, y se apartó, exhalándolo en el viento, y su alma ya no gime
prisionera. Francisco Álvarez-Hidalgo
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