A CORAZÓN
abierto abandono mi destino. Todo es algo de nada y sólo es nada. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! Aquí no hay más remedio que perderse porque hay que perderse sin remedio. No. No habrá salida que nos salve. Nadie. Nadie subirá las esbeltas escaleras limitadas por el filo de los cielos. Nadie. Y nunca llegaremos al definitivo cielo, ni nos sorprenderá tras los arcos el alba prometida. No. Aquí no hay salida que nos salve. La muerte no es sueño. No. Ni tan siquiera la muerte. Yo no tendré más remedio que perderme fluyendo adjunto al tuétano del agua, ajeno a toda superficie y quemadura y libremente repose al fin bajo un hondo latido de humedades.
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