BESO
¡Qué sola estabas por
dentro! Cuando me asomé a tus labios un rojo túnel de sangre, oscuro y triste, se hundía hasta el final de tu alma. Cuando
penetró mi beso, su calor y su luz
daban temblores y sobresaltos a tu carne sorprendida. Desde
entonces los caminos que conducen a
tu alma no quieres que estén
desiertos. ¡Cuántas flechas, peces, pájaros, cuántas caricias y besos! Manuel
Altolaguirre
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