TU PALABRA MÁS
FÚTIL...
Magdalena,
conozco que te amo
en que la más trivial de tus acciones
es pasto para mí,
como la miga
es la felicidad de los gorriones.
Tu palabra más fútil
es
combustible de mi fantasía,
y pasa por mi espíritu feudal
como un rayo de
sol por una umbría.
Una mañana (en que la misma prosa
del vivir se tornaba
melodiosa)
te daban un periódico en el tren
y rehusaste, diciendo con voz
cálida:
"¿Para qué me das esto?" Y estas cinco
breves palabras de tu boca
pálida
fueron como un joyel que todo el día
en mi capilla estuvo
manifiesto:
y en la noche, sonaba tu pregunta:
"¿Para qué me das
esto?"
Y la tarde fugaz que en el teatro
repasaban tus dedos,
Magdalena,
la dorada melena
de un chiquillo... Y el prócer ademán
con
que diste limosna a aquel anciano...
Y tus dientes que van
en sonrisa
ondulante, cual resúmenes
del sol, encandilando la insegura
pupila de los
viejos y los párvulos...
Tus dientes, en que están la travesura
y el
relámpago de un pueril espejo
que aprisiona del sol una saeta
y clava el
rayo férvido en los ojos
del infante embobado
que en su cuna
vegeta...
También yo, Magdalena, me deslumbro
en tu sonrisa férvida; y mis
horas
van a tu zaga, hambrientas y canoras,
como va tras el ama, por la
holgura
de un patio regional, el cortesano
séquito de palomas que
codicia
la gota de agua azul y el rubio grano.
LOPEZ
VELARDE