El templo de los celtas era el bosque. Un claro suficientemente amplio su lugar de ceremonias.
Los ritos más importantes estaban relacionados con los cambios estacionales, los solsticios y equinoccios, épocas de cosecha y de siembra y dedicados en honor de diferentes dioses.
Se oficiaba el culto por la noche, a la luz de la luna.
Los días se contaban a partir de la noche, el año celta dividido en lunaciones y cada uno de estos meses lunares se dividía en dos períodos, coincidentes con el crecimiento y decrecimiento de la luna.
Tenían culto enterratorio para sus muertos, los que eran conducidos a su última morada en carros especiales, acompañados por sus amigos y parientes.
Estos túmulos se encontraban frecuentemente en pequeñas colinas, y se dejaban allí objetos que habían acompañado en la vida a esa persona: tiaras, aros, collares, fíbulas, sus armas y escudos en el caso de los guerreros. También utensilios de la vida cotidiana.
Los celtas suponían que al morir pasaban a otro mundo que era exactamente igual al que acababan de dejar y en el que iban a seguir usando todas sus pertenencias.
Hacían ceremonias de despedida al muerto en las que se bebía de un caldero común. Se piensa que en muchos casos se adormecía con alguna bebida al moribundo para ayudarlo a transitar al mundo del Oeste, que era como llamaban a la tierra de los muertos.
Esta muestra de humanidad, parece contraponerse a las referencias que han hecho sus cronistas y relatores que en la mayoría de los casos eran además sus enemigos, tal el caso de César en la «Guerra de las Galias», donde hace mención a ellos como pueblos bárbaros, primitivos, totalmente impíos, por la crueldad de sus ritos. No eran infrecuentes, de acuerdo a estas referencias los sacrificios humanos.
Los celtas no han dejado mucho testimonio escrito de su religión, ya fuera por la pobreza de su escritura como por la condición absolutamente secreta del culto cuyos pormenores se trasladaban oralmente.
Tenían jerarquías sociales, reyes, guerreros, poetas y los druidas.
Las mujeres en igualdad con los hombres podían ejercer cualquiera de estas funciones.
Los druidas, eran sin duda los personajes más fascinantes y tal vez de mayor peso en esta sociedad. Eran sacerdotes-magos, de una especial investidura e importancia en el mundo celta.
Eran grandes conocedores de conjuros, ritos, magias y manejos mágicos, administraban justicia e instruían nuevos candidatos, que eran seleccionados muy especialmente y eran sometidos a períodos de instrucción que duraban unos veinte o treinta años. Disfrutaban de privilegios especiales en función de su investidura. Eran consultados por los reyes y guerreros y presidían todo tipo de rito y festejo.