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losincas: LA SOCIEDAD INCA
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De: luxyta (Mensaje original) |
Enviado: 08/02/2005 06:16 |
LA SOCIEDAD INCA La sociedad Inca se caracterizaba por marcadas jerarquías, que colocaban en la cabeza el poder absoluto del Inca; seguido por la nobleza, también llamada orejones, título que les fue adjudicado por los españoles, dada la deformación de sus lóbulos, originada por llevar pesados ornamentos que los diferenciaban de los demás.
Siguiendo la escala social del imperio, estaban los runas o mitimaes, considerados como gente vulgar, es decir, eran el común de los habitantes del imperio, quienes también tenían tareas obligatorias en las mitas. Finalmente, estaban los yanaconas o yanakunas, que eran los sirvientes de la casa.
Sabemos que el pueblo inca fue estrictamente conquistador. Sus conquistados resultaron unificados no solo bajo una autoridad, sino en una cultura, que dio un cuerpo religioso y conceptual cuya expresión fue la introducción de ritos y costumbres propias del imperio Inca. Para ello, utilizaron diversos mecanismos para conciliar la disparidad cultural. El primero fue la implantación del Runa Simi o Quechua como el idioma oficial a lo largo del territorio.
Como segundo paso, establecieron una organización social basada en principios morales de obediencia y modelación de la convivencia. Estos tres principios, que resumían cómo debía vivir un habitante del imperio, fueron las leyes básicas del Tahuantinsuyo Ama Súa (no seas ladrón), Ama Llulla (no seas mentiroso) y Ama Kella (no seas perezoso).
Nadie puede discutir la espectacular organización inca, no solo por el manejo del inmenso territorio, sino además por el éxito de la conducta paternalista de la nobleza inca. Pese a que la autoridad en el imperio era unipersonal, es decir, comparable a una monarquía europea de aquellas épocas, la población del imperio nunca pasó hambrunas ni privaciones.
Este equilibrio social actualmente es conceptuado por los estudiosos extranjeros básicamente desde dos enfoques: a partir de un entendimiento de clases o castas sociales a la usanza del medioevo europeo, se lo entiende como un sistema esclavizador o como social-imperialista estudiado a partir de los runas, es decir, desde el entendimiento de las estructuras sociales que impusieron.
Por lo mencionado, el Tahuantinsuyo merece un título especial entre las sociedades de mayor desarrollo, considerando tanto sus actividades productivas y artísticas, como su planificación social y política, además de su concepción religiosa que propugnaba un equilibrio pleno entre las actividades del ser humano y la naturaleza o el medio ambiente. Y, finalmente, por su sapiencia en incorporar a su cultura y conocimientos todo aquello que era sobresaliente en sus conquistados. ORIGENES Una sensación sobrecogedora invade siempre al visitante cuando llega al Cusco. Ello se debe no solo a su paisaje maravilloso, que conjuga un cielo increíblemente azul con nubes blanquísimas y cerros imponentes, sino sobre todo a su historia. A través de sus intrincadas callejuelas o en su imponente plaza de armas es imposible no escuchar todo lo que esta ciudad nos quiere decir. Pocos lugares en el Perú han tenido una vida más intensa. Esta fue la capital sagrada de los Incas y El Dorado de los conquistadores, centro del barroco sudamericano y escenario de la Gran Rebelión en contra del conquistador. No en vano es el tesoro más preciado del Perú.
El periodo preincaico
Prácticamente todos los asentamientos incas y preíncas del Cusco están situados entre los 3.000 y 3.200 msnm. A diferencia de la mayoría de los sitios arqueológicos que pertenecieron al Formativo (1500 ac-0), el valle del Cusco no registra influencias de la cultura norteña Chavín. Entre los sitios más antiguos del Cusco se encuentra Marcavalle (1000 ac a 700 ac). A esta le sucedió Chanapata, cultura que se remonta al 700 ac. La cultura Chanapata se extendió por todo el valle del Cusco y sus pobladores alcanzaron un mayor grado de civilización, pues desarrollaron la agricultura y crianza de animales domésticos.
Los Huari
Hacia el año 750 dc aparecieron en el valle los huari, y con ellos llegó una cultura más desarrollada. En el complejo diseño de sus centros urbanos se advierte la existencia de una sociedad con jerarquías, una religión establecida, planificación, redes de intercambio y el control de una gran población que puede ser movilizada para ejecutar obras de envergadura. Los huari poseen la fama de ser los grandes urbanistas del antiguo Perú. Uno de los mejores ejemplos de la influencia huari en el valle del Cusco es Piquillacta, que en quechua significa "ciudad pulguienta". Como sostienen muchos arqueólogos, la importancia de Piquillacta, además de la perfección del trazo y del sistema de organización que presupone, radica sobre todo en que fue tomada como patrón urbano por los incas.
La creación del Tahuantinsuyo
Pocos lugares en el Perú tienen un aura mágica semejante a la del Cusco incaico. Aun hoy, al recorrer sus calles y divisar esas piedras misteriosamente unidas, sentimos la necesidad de guardar una actitud reverente. Es imposible no percibir el carácter sagrado que tuvo esta ciudad en tiempos de los incas.
Según las leyendas y las crónicas, los incas fueron trece: Manco Cápac, Sinchi Roca, Lloque Yupanqui, Mayta Cápac, Cápac Yupanqui, Inca Roca, Yáhuar Huaca, Huiracocha, Pachacútec, Túpac Yupanqui, Huayna Cápac, Huáscar y Atahualpa. Aparecieron dominando el valle hacia el año 1200 dc y constituyeron el Tahuantinsuyo en menos de un siglo. Los españoles describieron a los incas como "Hijos del Sol". Para los habitantes del Tahuantinsuyo se trataba de seres divinos que tenían la capacidad de sacralizar todo aquello que los rodeaba.
Cuesta imaginar que los incas hayan logrado organizar el Tahuantinsuyo en menos de un siglo. Según cuentan las crónicas, el gran organizador del estado imperial incaico fue el inca Pachacútec, quien decidió expandir sus territorios venciendo a los Chancas. Algunos dudan de que aquel pueblo haya existido y sostienen que el nombre Chanca podría simbolizar más bien a grupos étnicos fronterizos. Lo cierto es que las conquistas comenzaron a partir del año 1430 dc y el Tahuantinsuyo se extendió hasta los límites más arriba mencionados.
LA CONQUISTA La pregunta frecuente es cómo 150 o 180 españoles pudieron conquistar tan fácilmente la civilización inca que tenía entre 12 y 16 millones de personas. Ahora sabemos que no era consecuencia de su poder físico y conocimientos privilegiados; simplemente fue porque cuando los españoles llegaron aquí los incas se encontraban en una guerra civil sangrienta.
Cusco siempre fue la capital del Tahuantinsuyo. Su monarca legítimo era Túpac Kusi Wallpaq, a quien se le conoció como Waskar o Huáscar. Tenía un hermano llamado Atahualpa, que quiso usurpar el alto cargo en Tumipampa, hoy la Cuenca del Ecuador, donde se coronó como el nuevo Inca. Atahualpa y Huáscar libraron algunas batallas terribles, y es en esta situación en que los españoles llegaron a las costas peruanas y en noviembre entraron en la ciudad de Cajamarca. Los españoles capturaron a Atahualpa, quien desde su encarcelamiento pidió asesinar a Huáscar y a todos los cusqueños "orejones".
En cuanto los españoles tomaron conocimiento de estos hechos, culparon a Atahualpa y le impusieron la pena de muerte. Luego del asesinato, los hispanos se dirigieron al Cusco, donde esperaban ser bien recibidos por haber eliminado al traidor del Inca verdadero. Fueron aceptados por la nobleza y se les dio la bienvenida en la capital del imperio. Sus habitantes les hicieron conocer todo lo que ellos tenían: palacios, templos, pueblos y ciudades, pero no se dijo nada sobre Machu Picchu por tratarse de una ciudad muy especial y confidencial; por otra parte, estaba perdida y olvidada. Es así que los españoles no llegaron y nunca tomaron conocimiento de la existencia de Machu Picchu.
El 15 de noviembre de 1532, los españoles, armados con caballos y cañones, lograron poner fin al Tahuantinsuyo. Ese día el inca Atahualpa cayó en una emboscada en la plaza de Cajamarca y fue apresado por los españoles. El semidiós fue vejado ante la multitud, al tiempo que la sagrada mascapaicha rodaba por los suelos. Cuando murió, se calcula entre el 8 de junio y el 29 de julio de 1533, la cohesión política del Tahuantinsuyo ya se había destruido.
Tal "hazaña" se explica en buena parte porque los españoles contaron con la colaboración del bando de Huáscar y de muchos señores regionales, cada uno con miles de combatientes, descontentos con la dominación incaica.
LA REBELION DE MANCO INCA Manco Inca es uno de los personajes más admirados de la historia del Cusco. Su astucia y valentía lo hicieron inolvidable. Irrumpió sorpresivamente al encuentro de Pizarro y le propuso una alianza con el fin de recuperar el prestigio y la autoridad que había perdido el bando del Inca Huáscar. Al poco tiempo, se dio cuenta de que no contaba con ningún poder, pues ante la ausencia de Francisco Pizarro, el Cusco había pasado a ser gobernado por su hermano Hernando. En esta situación de ausencia de su aliado su actitud cambió, comenzó a oponerse a los conquistadores y por sus actos rebeldes fue tomado prisionero. Pese a ello, logró engañarlos al ofrecer una estatua de oro macizo de tamaño natural si es que lo dejaban en libertad. Así, logró huir y desde Vilcabamba organizó la resistencia que se prolongó por casi cuarenta años.
En 1536 Manco Inca o Manco II inició una guerra frontal contra los invasores españoles, levantamiento que concluye con el famoso sitio del lugar en que Manco y sus seguidores se encontraban muy cerca de conseguir su última victoria.
Pero después de 8 meses de sangriento sitio, fue derrotado por los españoles y por las naciones aliadas con estos. La retirada fue inevitable y Manco Inca disolvió la totalidad de su ejército para que los soldados pudieran cuidar de sus familias y dedicar su tiempo a la agricultura, además de que su retirada si fuese numerosa hubiera sido muy lenta y necesitaba movilizarse con agilidad y rapidez. Así, Manco Inca se retira hacia Vilcabamba, siguiendo la ruta de Chinchero y atravesando Ollantaytambo, donde obtiene una pequeña victoria sobre los españoles que lo persiguen, lo que le permite entrar en las profundidades de la selva, estableciendo allí su nuevo centro de operaciones.
La dominación de los españoles ya era sólida. Finalmente, Manco Inca fue asesinado en 1545 por Diego de Almagro, protagonista de la conquista. Logra llegar al rebelde con un muy pequeño grupo de seguidores, y haciéndose pasar por renegados ante Pizarro, encuentran refugio y bienvenida entre los incas hasta la oportunidad de acabar con el líder de la sublevación.
Manco Inca no logró transmitir a su hijo Sayri Túpac el espíritu de lucha, pues fue aparentemente persuadido por algún pariente del Cusco, fiel a los intereses de los conquistadores, para subordinarse a la corona de España. Viajó a Lima, se reunió con las autoridades, consiguió algunos privilegios y obtuvo tierras en los distritos actuales de Yucay, Urubamba, Maras y Chincheros. Aparentemente satisfecho, construyó su palacio de adobe en Yucay. Murió extrañamente en 1560, quizás envenenado por los quechuas que mantenían un espíritu de resistencia ante el invasor.
Después de la muerte de Sayri Túpac, su hermano Titu Kusi Yupanqui asumió el liderazgo. El nuevo Inca, que se instaló en Vilcabamba, reconoció los comités políticos y religiosos del Cusco con el fin de lograr un acuerdo con la autoridad virreinal. En 1568 se bautizó cristianamente, pero en esos mismos años murió de rara enfermedad.
Hereda el poder Túpac Amaru, hermano menor, joven e inexperto, pero implacable enemigo de los conquistadores. Los españoles reconocieron en él su espíritu rebelde, en oposición al débil carácter de su hermano, por lo cual se ordenó su captura. Se envió un ejército de casi 300 soldados, comandado por Martín Hurtado de Arbieto y el capitán Martín García Oñaz de Loyola. Llegaron a Vilcabamba en busca del Inca, pero este y su familia huyeron a las profundidades de la selva.
Finalmente, el último Inca fue capturado y llevado al Cusco junto a sus seguidores por el mismo García Oñaz de Loyola (quien luego desposara a Beatriz Coya, sobrina de Túpac Amaru y heredera del Marquesado de Oropesa. Después de un rápido juicio se le sentenció a muerte. Fue decapitado en la plaza de la Gran Ciudad, Lima, ante la mirada del virrey Toledo, el 24 de setiembre de 1572. Sus restos descansan en la iglesia de Santo Domingo. Así, el último Inca de dinastía real fue asesinado, desapareciendo la postrer llama del espíritu guerrero de Manco Inca, quien iniciara la rebelión 36 años antes para recuperar la nación quechua. EL SIGLO XVIII A pesar de que hacía tiempo había dejado de ser capital, el Cusco no perdió su condición de centro neurálgico de los Andes. Y fue justamente allí, en el Valle Sagrado de los Incas, donde se desencadenó la más grande rebelión contra el poder español a fines del siglo.
Tales fueron las dimensiones que alcanzó el movimiento encabezado por Túpac Amaru II, que la corona española se vio obligada a rediseñar sus políticas en relación con el Virreinato del Perú, y a considerar la posibilidad de que algún día podría perder sus territorios americanos.
LA GRAN REBELION
Ninguna rebelión en las colonias americanas llegó a ser tan amenazadora para los intereses de España en América que esta. A pesar de que en cierta forma se trataba de un hecho anunciado, tomó por sorpresa a las autoridades coloniales, descuido que contribuyó a que el movimiento alcanzara tales dimensiones.
Túpac Amaru II, bautizado José Gabriel Condorcanqui, líder del movimiento, fue cacique de Pampamarca, Surimana y Tungasuca, además de próspero comerciante. Las reformas borbónicas afectaron directamente sus intereses y los de los caciques del sur. Con el apoyo de muchos mestizos y criollos, José Gabriel Condorcanqui se sublevó. Pero lo que legitimó su levantamiento a los ojos de la población indígena fue el ser descendiente directo de los Incas. Por ello, en la búsqueda de ratificar esta legitimidad, tomó el nombre de Túpac Amaru II, restituyendo así la dinastía de Vilcabamba.
En noviembre de 1780, Túpac Amaru ordenó apresar al corregidor de Tinta -símbolo del abuso del conquistador- y lo hizo ahorcar en la plaza de Tungasuca. Esta acción fue tomada como el inicio de la libertad del opresor y se conforma el primer grupo de hombres imbuidos de un nuevo espíritu para luchar contra la corona española en toda América. Enfrentan a las tropas españolas y vencen en Sangarará y toman Lampa y Azángaro, además de otros pequeños pueblos. La antorcha de la libertad estaba encendida. La rebelión se extendió rápidamente hacia Moquegua, Arequipa, Tacna y Arica, y comprometió a casi todo el sur andino, que abastecía de mitayos (trabajadores en las minas de plata y oro) a Potosí. Justamente, uno de los más sentidos reclamos de Túpac Amaru era la abolición de la mita. A cuatro meses de los sucesos de Tinta, y luego de sucesivas victorias, los rebeldes lograron sitiar La Paz, aunque al mismo tiempo Túpac Amaru fue apresado en la misma Tinta y su fin llegó sin demora.
Entonces ocurrió uno de los sucesos más crueles de la historia del Perú: el caudillo rebelde fue ejecutado públicamente, y tanto para escarmiento de la población como para apagar la llama de la libertad, sufrió terribles torturas en la plaza del Cusco. Sus extremidades fueron atadas a cuatro caballos que, tirando de las cuerdas, intentaron descuartizar el cuerpo del último Inca rebelde. Al fracasar en tal intento, José Gabriel Condorcanqui fue decapitado. Pero antes de morir, tuvo que presenciar las torturas y muertes de su esposa Micaela Bastidas y de sus hijos.
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