En el simbolismo bíblico, en particular, el «Árbol de la Vida», que está plantado en el medio del «Paraíso terrestre», representa el centro de nuestro mundo. En el Paraíso terrestre, no había sólo el «Árbol de la Vida»; hay otro que desempeña un papel no menos importante e incluso más generalmente conocido: es el «Árbol de la Ciencia del bien y del mal».
Las relaciones entre estos dos árboles son muy misteriosas: el relato bíblico, inmediatamente después de haber designado el «Árbol de la Vida» como estando «en el medio del Jardín», nombra el «Árbol de la Ciencia del bien y del mal»; más adelante, se dice que este último estaba igualmente «en el medio del jardín»; y finalmente Adán, después de haber comido el fruto del «Árbol de la Ciencia», no habría tenido más que «extender su mano» para tomar también del fruto del «Árbol de la Vida» .
La naturaleza del «Árbol de la Ciencia del bien y del mal», como su nombre mismo lo indica, puede caracterizarse por la dualidad, puesto que encontramos en esta designación dos términos que no son siquiera complementarios, sino verdaderamente opuestos, y de los cuales se puede decir, en suma, que toda su razón de ser reside en esta oposición, ya que, cuando ésta se rebasa, ya no podría tratarse ni de bien ni de mal; no puede ser lo mismo para el «Árbol de la Vida», cuya función de «Eje del Mundo» implica antes al contrario esencialmente la unidad.
Por consiguiente, cuando nos encontramos en un árbol emblemático una imagen de la dualidad, parece bien que fuera menester ver ahí una alusión al «Árbol de la Ciencia», mientras que, bajo otros aspectos, el símbolo considerado sería incontestablemente una figura del «Árbol de la Vida».
René Guénon, El simbolismo de la cruz