A mí me gusta mucho fumar
Dr. Salvador E. Más
- "A mí me gusta mucho fumar"
- "Tengo una amiga que hace 21 años que dejó de fumar pero siempre dice que si no hiciera mal, fumaría de nuevo"
- "Doctor, si lo mandaran a la guerra de Irak ¿No se fumaría uno?”
Comentarios de una anciana fumadora
Una frase inocente
Cuando afirmas: - âA mí me gusta mucho fumarâ -, quizá te estés ocultando que ese gusto no es similar a cualquier otro. ¿Piensas que es exactamente igual que decir: - âA mí me gusta mucho comer duraznosâ? No sales a comprar duraznos en una noche inclemente si se te han acabado, ni te aterras ante la posibilidad de quedarte sin duraznos. Pero seguramente alguna vez has comprado cigarrillos en una madrugada tormentosa, no los olvidas nunca cuando sales y los acumulas con precaución al iniciar cualquier viaje.
Quizá esa frase no describa exactamente lo que te sucede al fumar. Deberíamos modificarla un poco. En principio, parece que no solo te gustan los cigarrillos sino que además, a diferencia de los duraznos, los necesitas.
La frase podría quedar así: - âNecesito fumar, además, a mi me gusta muchoâ - Estoy seguro que con este pequeño agregado gana en exactitud.
La cancelación de una actividad placentera puede producirte una ligera desilusión, pero este estado de ánimo no modifica el normal desarrollo de tu vida, en cambio cuando no puedes fumar sufres un estado de ansiedad que afecta la continuidad de muchas de tus actividades diarias.
Deberíamos, a partir de este hecho, modificar nuevamente la frase inicial que ahora quedaría así: - âNecesito fumar por que si no lo hago me siento mal, además, a mi me gusta muchoâ -
Para que âte guste mucho fumarâ, primero tu cerebro debió ser modificado. Fumar no es algo que te ha gustado desde el primer momento, al contrario, los primeros cigarrillos te parecieron francamente asquerosos, te dieron náuseas, mareos, tos y, quizá, hasta vómitos. Deberemos introducir una pequeña modificación a la frase primitiva, que quedaría así:
- âDesde hace un tiempo, necesito fumar por que si no lo hago me siento mal, además, a mi me gusta muchoâ.
Decir âa míâ parece indicar que sólo a ti te gusta fumar, dejando de lado el hecho de que, por tratarse de un síntoma de una enfermedad, el tabaquismo, todos aquellos que la padezcan sentirán lo mismo. Es confundir una compulsión generalizada con un gusto personal.
No hay duda de que debemos hacerle una última corrección a esta frase dejándola, finalmente, así:
- Todos los fumadores necesitamos fumar luego de un tiempo, si no lo hacemos nos sentimos mal, además nos gusta mucho.
La frase inicial disfraza la realidad, intentando confundir un gusto personal con una compulsión adictiva. Pretende, con su aparente inocencia, lograr una aceptación social que ya nadie brinda al tabaquista. Es una manera refinada y levemente hipócrita de ocultar una situación conflictiva, el hecho de ser un adicto a la nicotina.
El cerebro alterado, o como dejar de ser uno mismo
Cuando comenzaste a fumar se modificó la estructura física de tu cerebro y ese fue el origen de la necesidad de seguir haciéndolo con regularidad. De la misma forma en que aparece un tumor, se formaron en esos momentos las estructuras que modificaron tu conducta definitivamente. La nicotina induce la activación de genes que producen nuevos compuestos químicos. Crea circuitos de activación entre células nerviosas. Promueve comportamientos, refuerza algunos recuerdos y elimina otros. Implanta nuevos gustos y hace que otros desaparezcan.
Si interpretas cabalmente estos conceptos, nunca más podrás decir con inocencia: - âA mi me gusta mucho fumarâ - sin sentirte secretamente consciente de que ese gusto no es como cualquier otro.
Quizá no dudes ya que es una ilusión creada en tu mente por la droga, y que en realidad es un síntoma de una enfermedad adictiva que te tiene atrapado. Tu liberación definitiva dependerá, en gran parte, de que aceptes tu condición de prisionero sin dudas ni vacilaciones.
Si pretendes que fumar es una costumbre agradable que deberás dejar por que enferma y mata, estas encarando mal tu problema. Estarás renunciando a ese hábito seductor solo por miedo y en consecuencia deberás emplear toda tu "fuerza de voluntad" para abandonarlo. Fuerza de voluntad y miedo. Ambos varían de un momento a otro. No siempre tendremos la misma fortaleza, y lo que hoy nos aterroriza mañana nos puede parecer poco peligroso y hasta inofensivo.
La realidad es otra. - ¿Por que fumas? -
No por que te gusta, sino por que no puedes dejar de hacerlo. Al liberarte de esa cadena no perderás nada. La vida de un adicto es mucho peor que la de una persona sana. Sufres durante el tiempo que no fumas, esperando fumar. Obtienes unos minutos de paz, y de nuevo se reinicia el ciclo. Un no fumador puede estar tranquilo o nervioso según le vayan las cosas pero no tiene que soportar ese ciclo ansiedad - paz que tu tienes asegurado al fumar.
Si lo entiendes plenamente no necesitarás tanta "fuerza de voluntad" para dejar.
Lo que piensas sobre el cigarrillo puede no ser cierto
Si ves, escuchas o sientes algo que no existe en el mundo real, puedes reaccionar de dos maneras:
1. Tienes conciencia de la irrealidad de lo que ves, con lo cual tu curación es posible y relativamente rápida.
Imagina que, en un matrimonio de cierta edad, el marido ve entrar durante varias noches por la ventana de su dormitorio unos enanos verdes que luego desaparecen debajo de la cama. Podrá preguntar por la mañana:
- ¿Vieja viste anoche unos enanos verdes que entraban por la ventana y se metían debajo de la cama?
- La ventana da a la calle, no veo enanos en la calle, ni verdes ni grises... y menos que entren aquí para meterse debajo de la cama.
Con cierta tristeza, y sin sorprenderse demasiado el anciano le dice:
â Vieja, vamos al médico porque estoy viendo cosas rarasâ¦
2. No tienes conciencia de la irrealidad de tu visión y reaccionas ante ella como lo harías con cualquier acontecimiento de tu vida diaria.
Si el hombre no sospecha que su visión nocturna podría ser una ilusión, a la mañana siguiente tomará unas tablas y se pondrá a tapiar la ventana de su dormitorio. Cuando la esposa le pregunta que está haciendo, le dice:
- Es para que no entren los enanos...
Aterrorizada, la mujer consulta a un médico, que con suficiencia le dice:
- Yo tengo la clave para que no vea mas enanos.
Va lentamente hacia la ventana y le susurra al oído:
- Mejor que no veas más enanos, por que esta noche uno de ellos te va a matar.
Consecuencia: El pobre hombre queda tan perturbado como antes, pero ahora, además, aterrorizado.
Eso es lo que te sucede cuando te asustan para que dejes de fumar. Si tratas de dejar de fumar sólo por miedo a sus consecuencias, sin tener antes conciencia de padecer una anormalidad psíquica que te distorsiona la percepción de tu conducta adictiva, cometes un error. Sólo conseguirás aterrorizarte, sin solucionar tu problema de base.
¿Cuál es el problema de base del señor de los enanos? Que los enanos no existen.
¿Cuál es tu problema de base? Que la nicotina condiciona tu conducta y tus pensamientos, y te obliga a un consumo que no puedes evitar por que te hace sufrir si lo interrumpes.
Debes tomar conciencia de tu enfermedad
Si aceptas que eres un adicto no te resultará difícil admitir la existencia de fármacos que controlan tu necesidad de fumar y los síntomas desagradables que sufres cuando no lo haces. Una preferencia personal no puede ser influenciada de esa forma, no hay manera de lograr que un admirador de "Los Beatles" deje de serlo con un tratamiento médico. Si no logras disfrutar de un placer real eso no te paraliza ni te daña, solo cuando no puedes fumar sufres la extorsión del dolor y la ansiedad. Antes de dejar de fumar deberás cambiar tu pensamiento inicial:
- âA mí me gusta mucho fumarâ.
Por el siguiente:
- âEstoy alienado por una droga que me hace desearla, o dicho con mas precisión, necesitarla. Ella ha modificado mi cerebro y mi vida privándome de muchísimas cosas. Quiero librarme de esta esclavitud, quiero eliminar para siempre esta necesidad absurda que me humilla, me enferma y me mataâ.
¿Cómo conseguir esta transformación? Examinemos algunas características de tu adicción:
1. La cadena invisible
Existen dos tipos de placeres: los que siguen a la eliminación de una molestia o de un dolor, y los que agregan una cuota de placer a quién no está sufriendo ninguna carencia o malestar. El cerebro no logra distinguirlos porque las sustancias que se segregan en ambas circunstancias son similares.
Los neurotrasmisores que se producen luego de una placentera cesión de aerobismo o al recibir una buena noticia son muy parecidos a los que aparecen al inyectar una ampolla de demerol o morfina para calmar un dolor. La dopamina que se libera en el cerebro luego de comer es similar a la que induce un pulso de nicotina fumada.
Fumar es un placer parecido al producido por una inyección de morfina cuando hay dolor, o a la calma del hambre al comer, estos necesitan de un sufrimiento previo para ser sentidos como agradables (recordemos que un no adicto, al fumar su primer cigarrillo, no siente placer).
Analicemos este tipo de âplaceresâ por eliminación de un dolor. Un ejemplo típico es el de un paciente que sufre dolores postoperatorios. La enfermera en su ronda nocturna me dice:
- Doctor, el paciente de la cama 8 se queja de malestar abdominal. Es un paciente operado esta mañana, se le extirpó la vesícula.
- Póngale un demerol.â Le digo sin levantar la vista del libro que estoy leyendo.
A la mañana siguiente, al pasar por delante de la cama 8, el paciente agradece efusivamente:
- Gracias doctor, me calmó totalmente el dolor, qué placer, dormí toda la noche maravillosamente.
Para que esta situación tan agradable se produzca fue necesaria la presencia previa del dolor. Sin él, no hay placer posterior. Si la enfermera se hubiera equivocado de cama y le hubiera inyectado el demerol al paciente de la cama 7, que nada sentía, no hubiera tenido placer alguno.
En forma similar, en el âplacerâ de fumar siempre existe una tensión, una ansiedad previa, un dolor, que concluye con la pitada aliviadora que administra la nicotina anhelada y el dolor cesa.
Cuanto más grande es la adicción y más prolongado el tiempo desde el último cigarrillo fumado, es decir cuando el dolor y la necesidad son mayores, más grande será el âplacerâ percibido. Es el mismo mecanismo que el del paciente con dolor abdominal. Para que haya placer debe existir dolor previamente, si no lo hay, no hay placer.
En la adicción tabáquica el mismo acto de fumar causa el dolor posterior, cuando apagamos un cigarrillo comenzamos a sufrir la falta de nicotina y sentimos una ansiedad creciente que el próximo cigarrillo nos aliviará solo por unos pocos minutos.
Si el analgésico inyectado al paciente con dolor abdominal volviera a producir a los pocos minutos el mismo dolor que calmó previamente, se comportaría como lo hace la nicotina. En ese caso para mantenerlo sin dolor deberíamos darle, con pequeños intervalos, una inyección analgésica durante el resto de su vida.
Esta sucesión permanente de tensión y alivio es en realidad todo el âplacerâ que disfrutas al fumar. Un no fumador puede estar nervioso o tranquilo durante todo el día, pero fumar te produce inexorablemente varias horas de ansiedad garantizada y solo algunos minutos de calma entre ellas.
¿Quién, en su sano juicio, puede querer una "ansiedad garantizada" durante casi todo el día y unos minutos de falsa tranquilidad a costa de una erogación compulsiva de dinero? ¿Es ese estado deseable? ¿Puede de alguna manera añorarse? ¿Queda alguna duda que vivir fumando es una situación espantosa, de todas maneras, aunque el cigarrillo no enferme y mate?
El no fumador disfruta de una vida sin ansiedades químicas compulsivas en forma gratuita. Si esperas que exista el cigarrillo "que no haga mal" para volver a fumar has caído en una de las tantas trampas que la adicción ha instalado en tu mente.
2. La castración química, o cómo los placeres reales se esfuman
Durante la evolución de tu adicción has pasado por diferentes etapas. Durante un tiempo te gratificaste en medio de una tarea con un cigarrillo, luego, para que cada placer sea âcompletoâ lo debías terminar con un cigarrillo. Al final aceleraste, simplificaste o evitaste los placeres con el fin de llegar al anhelado cigarrillo.
Al principio fumabas un cigarrillo después de comer, pero con el tiempo no pudiste esperar tanto y fumaste entre plato y plato, y por fin, acortaste la comida y suprimiste algún plato para poder fumar.
Una paciente me relataba: - âYo suprimí el postre desde hace un tiempo para poder fumar antes.â
Es importante precisar que este mecanismo actúa de la misma forma en todos tus placeres. Primero los acompañas con un cigarrillo, luego los simplificas, posteriormente no los deseas, y finalmente los evitas con el solo propósito de fumar.
Un chiste, poco gracioso por lo tenebroso, dice que el cigarrillo es caritativo. Cuando te produce impotencia sexual no sufres tanto por que previamente logró que este problema no te importe demasiado. Una variación del mismo tema, si no puedes jugar al fútbol con tu hijo por que te agitas, no lo sientes mucho porque desde hace un tiempo ya no te interesa.
¿Por que puede llegar a pasarte esto? La explicación es sencilla, la secreción de dopamina inducida por la nicotina es muchas veces mayor que la producida por cualquier placer habitual. La cantidad resulta toxica y el centro receptor debe protegerse. Este "blindaje" protector tiene dos consecuencias:
1. Por un lado debes consumir cada día mas cigarrillos para calmar tu ansiedad. Este fenómeno se denomina tolerancia.
2. Los placeres normales siguen produciendo la misma cantidad de dopamina que habitualmente. El blindaje construido por el centro receptor para protegerse de la nicotina impide que estos placeres se registren con la misma intensidad que antes de comenzar a fumar.
Esto hace que disminuyan todos tus deseos. Lentamente se van atenuando tus impulsos y al final del camino te queda solo un placer, fumar. ¿No es esto lo mas cercano a una muerte en vida? ¿Alguien puede desear este destino? De todas maneras, sigue resonando en mis oídos la frase:
- âA mí me gusta mucho fumarâ -