DEFINIENDO LA ORACIÓN
El capítulo “Mediumnidad y oración “nos sugirió un estudio en torno de la oración, considerando el imperativo de la comunión con el plano espiritual superior, en nuestros trabajos mediúmnicos.
La oración, en cualquier circunstancia, podríamos decir que es una apelación de nuestra alma, estableciendo unión instantánea con el Mundo Espiritual, según los principios de la afinidad que rige el intercambio mental.
Siendo la oración “un llamamiento”, nos lleva, de acuerdo con los instructores de los Benefactores Espirituales, a clasificarla de varias formas.
En primer lugar tenemos la “oración vertical”, esto es, aquella que, expresando aspiraciones realmente elevadas, se proyecta en la dirección de lo Más Alto, siendo, en obediencia a los mencionados principios de afinidad, recogida por los Misiones de las Esferas Superiores.
En segundo lugar tenemos la “oración horizontal”, traduciendo ansias vulgares.
Esta oración no tendrá impulso oblicuo o vertical, porque encontrará resonancia entre aquellos Espíritus aún ligados a los problemas terrestres, viviendo, por tanto, horizontalmente.
Finalmente tenemos la descendiente.
A esta no le daremos la denominación de “oración”, sustituyéndola por invocación, según aconseja el Ministro Clarencio (“Entre la Tierra y el Cielo - André Luiz”)
En la “invocación” el llamamiento recibirá la respuesta de entidades de bajo vibratorio.
Son los pedidos inadecuados, expresando desesperación, rencor, propósitos de venganza, ambiciones, etc.
Los billones de Espíritus desencarnados, que constituyen la población invisible, ocupan variados grados de la escala ascensional.
Cada grado simboliza una faja vibratoria, sometida a las mismas leyes universales que presiden, aquí y en todas partes, el intercambio entre Inteligencias encarnadas y desencarnadas.
Vivimos y respiramos dentro de esas fajas. Nuestros sentimientos indican el grado que ocupamos.
Siendo así, nuestras oraciones encontrarán siempre la respuesta de nuestros afines, de los que comulgan con nuestras ideas y objetivos.
En la oración vertical, cuando pedimos a Dios que, por encima de nuestros deseos, prevalezca Su Venerable Voluntad, sintonizaremos con los elevados mensajeros de su amor, con las entidades que se sublimaron por el cultivo de la legítima fraternidad.
En la oración horizontal recibiremos la palabra y la colaboración de los Amigos que aún se ocupan, como nosotros, de los problemas de relativa importancia, aunque respetables.
En la “invocación” - llamamiento descendiente - vendrán a nosotros, a ayudar a materializar nuestros propósitos malsanos, infelices entidades que permanecen en verdaderas cavernas en las regiones tenebrosas.
En nuestros núcleos mediúmnicos, de acuerdo con los objetivos inspiradores de nuestras tareas, seremos atendidos por unos u otros Espíritus.
Si el pensamiento cristiano fuese la brújula de nuestras realizaciones, no faltarán abnegados instructores que, desde los planos elevados, conducirán nuestro esfuerzo y estimularán nuestro idealismo.
Y el pensamiento cristiano es aquel que el Divino Amigo ejemplificó en el poético escenario de Palestina: amor al prójimo, oración por los que calumnian, perdón de las ofensas, amparo a los enfermos e ignorantes.. .
Siempre que orientemos nuestros trabajos, según el pensamiento del Maestro, estaremos pronunciando la oración vertical, que, a la manera de sublime cohete, penetrará verticalmente los espacios, trayendo de vuelta el mensaje de Cristo, en una confirmación de la eternidad de sus palabras: “Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá, buscad y hallareis”.
PUMARTÍNS PERALVA