El padre venía de vuelta de su huerto. Traía consigo un canastillo
lleno de hermosas manzanas y repasaba en la memoria el catecismo. Al
llegar a su capilla miró en la puerta a un niño. Buscó un pretexto para
obsequiarle una manzana, y yendo hacia él le hizo un ofrecimiento:
-Te doy una manzana si me dices dónde está Dios.
El niño le contestó:
-Y yo le doy dos si me dice dónde no está.
El padre no supo qué contestar.
El niño sonreía.
En su sonrisa también estaba Dios.
desconozco el autor