REGRESO A LA VIDA CORPORAL
PRELUDIOS DEL REGRESO
330
– ¿Los Espíritus conocen la época en que se reencarnarán? – La presienten, como el ciego siente el fuego a que se aproxima.
Saben que deben volver a tomar un cuerpo, como sabéis vosotros,
que habéis de morir un día, sin saber cuando sucederá. (166)
– ¿Es, pues, la reencarnación una necesidad de la vida espírita,
como la muerte lo es de la vida corporal?
– Así es, verdaderamente.
331
– ¿Todos los Espíritus se preocupan por su reencarnación? – Los hay que ni siquiera piensan en ella, ni la comprenden, lo
que depende de su naturaleza más o menos avanzada. Para algunos
es un castigo la incertidumbre en que están de su futuro.
332
– ¿Puede el Espíritu apresurar o retardar el momento de su encarnación?
– Puede apresurarlo, solicitándolo con sus votos y puede
también retardarlo, si retrocede ante las pruebas, pues entre los
Espíritus también existen cobardes e indiferentes. Pero no lo hacen
impunemente, pues sufren como el que retrocede ante un remedio
saludable que puede curarle.
333
– Si un Espíritu se considera bastante feliz en una condición mediana entre Espíritus errantes y si no ambicionase más, ¿podría
prolongar indefinidamente semejante estado?
– Indefinidamente no, pues el progreso es una necesidad que
tarde o temprano experimenta el Espíritu. Todos deben elevarse: este
es su destino.
334
– La unión del alma a tal o cual cuerpo, ¿está predestinada, o sólo se hace la elección en el último instante?
– El Espíritu está designado con antelación. Escogiendo la
prueba que quiere sufrir, el Espíritu solicita encarnarse, y Dios, que
lo sabe y ve todo, sabe y ve con anticipación que tal alma se unirá a
tal cuerpo.
335
– ¿Tiene el Espíritu el derecho de escoger el cuerpo en el que se va a encarnar, o solamente el del género de vida que le debe
servir de prueba?
– Puede también elegir el cuerpo; porque las imperfecciones
de éste son pruebas que ayudan a su progreso, si vence los obstáculos
que en él encuentra, pero la elección no depende siempre de él. Puede
pedirla.
– ¿Podría el Espíritu, en el último momento, rechazar el cuerpo
escogido por él?
– Si lo rechazase, sufriría siempre más que aquel que ninguna
prueba hubiese intentado.
336
– ¿Podría suceder que un niño que hubiera de nacer, no encontrase Espíritu que quisiera encarnarse en él?
– Dios proveería entonces. Cuando el niño debe nacer para
vivir, tiene siempre predestinada un alma, pues nada ha sido creado
sin una finalidad.
337
– ¿La unión del Espíritu con determinado cuerpo puede ser impuesta por Dios?
– Puede ser impuesta, lo mismo que las diferentes pruebas,
sobre todo cuando el Espíritu no está aún apto para hacer una elección
con conocimiento de causa. Como expiación, el Espíritu puede ser
obligado a unirse al cuerpo de cierto niño que, por su nacimiento y la
posición que ocupará en el mundo, podría llegar a ser un instrumento
de castigo para él.
338
– Si aconteciese que varios Espíritus se presentasen para el mismo cuerpo que ha de nacer, ¿qué decidiría entre ellos?
– Varios pueden pedirlo; en este caso Dios juzga cual de ellos
es más capaz para desempeñar la misión a la que está destinado el
niño. Pero ya dije que el Espíritu está designado antes del momento
en que se debe unir al cuerpo.
339
– ¿El momento de la encarnación está acompañado de una turbación semejante a la que tiene lugar en la desencarnación?
– Mucho mayor y sobre todo más prolongada. Al morir, el
Espíritu sale de la esclavitud, al nacer entra en ella.
340
– ¿El instante en que el Espíritu ha de encarnarse es un momento solemne para él? ¿Realiza este acto como cosa grave e
importante?
– Viene a ser como un viajero que se embarca para una travesía
peligrosa y no sabe si hallará la muerte en medio de las olas que
afronta.
El viajero que embarca sabe a qué peligros se expone, pero ignora si
naufragará. Así sucede con el Espíritu: conoce la clase de pruebas a que se somete,
pero ignora si sucumbirá.
Del mismo modo que la muerte del cuerpo es una especie de renacimiento
para el Espíritu, la reencarnación es una especie de muerte, o mejor de destierro
y clausura. Deja el mundo de los Espíritus por el corporal, como el hombre deja
el mundo corporal por el de los Espíritus. El Espíritu sabe que reencarnará, como
el hombre que morirá; pero como éste, no tiene conciencia de ello sino en el
último momento, cuando le ha llegado la hora.
Entonces, en ese momento supremo, la turbación se apodera de él, como
del hombre que agoniza y esa turbación persiste hasta que la nueva existencia
esté nítidamente formada. Los preludios de la reencarnación son una especie de
agonía para el Espíritu.
341
– La incertidumbre en la que se encuentra el Espíritu sobre la eventualidad del éxito de las pruebas que va a soportar en la vida,
¿es para él una causa de ansiedad antes de la encarnación?
– Ansiedad muy grande, puesto que las pruebas de su existencia
retardarán o acelerarán su progreso, según las soporte bien o mal.
342
– En el momento de la reencarnación, ¿está acompañado el Espíritu de otros Espíritus amigos que asisten a su partida del
mundo espírita, como lo vienen a recibir cuando regresa?
– Eso depende de la esfera en que habita el Espíritu. Si está en
las esferas donde reina el afecto, los Espíritus que lo aman lo
acompañan hasta el último momento, le animan y con frecuencia le
siguen durante la vida.
343
– Los Espíritus amigos que nos siguen durante la vida, ¿son los que a veces vemos en sueños, que nos demuestran afecto y
que se nos presentan bajo formas desconocidas?
– Con mucha frecuencia son ellos que vienen a visitaros como
vosotros vais a ver al prisionero.