los celtas
LA PIEDRA
Stonehengue, Avebury, Silbury Hill
y New Grange
La rigidez y las formas caprichosas de algunas piedras atrajeron siempre a los celtas. En el caso de la tierra, la entendían como el origen de la vida, pues sustentaba los ciclos vegetales, a los animales, y por supuesto, también a los seres humanos. Entendían la tierra como una posesión transitoria, sin que su paso por ella justificara su propiedad. Cabe destacar que los celtas tardaron mucho tiempo en convertirse de pastores y ganaderos, en agricultores. El celtismo, a su vez, distinguió determinadas zonas montañosas con apelativos divinos como Albiorix, Baginus, Brigindo… La energía que movía las rocas diseñaba así también las montañas.
Anteriores a la cultura céltica, fueron respetadas y utilizadas como lugares sagrados.
La piedra era objeto de culto. Los monumentos megalíticos que los celtas no había erigido, pero que les causaban asombro y admiración, mantuvieron para ellos su carácter sagrado, sobre todo al recordar que algunos eran bloques de piedra cuyo peso y volumen hacían impensable un transporte normal y los denominaban “omphalos”; centros de inspiración religiosa o morada de las almas de los difuntos. Muchos de los lugares consagrados lo fueron porque en ellos se descubrieron rocas o piedras extrañas. Véase, por ejemplo, los alineamientos de Carnac y otras construcciones pétreas prehistóricas que los celtas acogieron y reconocieron como suyos.
Las letras escritas sobre piedras, encontradas en monumentos antiguos en donde los pueblos escribían sus hazañas en piedra, representan extraños conjuros, que "shamanes" (brujos) o hechiceros de aquellos tiempos utilizaban para conjurar .
Como en otras culturas, los celtas inhumaban a sus cadáveres y erigían sobre las sepulturas pilares funerarios en los que grababan inscripciones mágicas. Con posterioridad, y después de un tiempo de purificación, se incineraban los restos mortales y se depositaban en túmulos o sepulturas térreas, en busca del mejor acceso al Otro Mundo.
Stonehengue es una manifestación peculiar del arcaico manejo de la piedra con fines rituales. Su forma es circular, con 30 arcos exteriores y una avenida de acceso, pilares y dinteles para cuya construcción se emplearon enormes bloques de piedra labrada. Dentro del círculo hay una elipse cortada en forma de herradura, con cinco dólmenes de gran tamaño. Entre el círculo y la herradura hay una hilera de pilares más pequeños y, en el interior de la herradura, otros quince más de tamaño reducido, distribuidos en grupos de tres, en correspondencia con los 5 dólmenes. En el centro hay un altar macizo de piedra. El dios solar de Stonehengue se regía, según todos los indicios, por el calendario egipcio, representando con arcos y pilares, los días del mes ordinario. El año solar se dividía en cinco estaciones, cada una de las cuales contaba con tres períodos de 24 días. Lo más curioso del círculo de Stonehengue es que fue trazado y orientado de tal modo que, al amanecer del día sosticial del estío, los rayos solares incidían directamente por el final de la citada avenida, hasta iluminar el altar. Aunque una preciosa leyenda atribuye a Merlín, el dueño del tiempo, el traslado de las piedras, los estudiosos creen que Stonehengue fue obra de constructores que llegaron, con toda probabilidad, de Egipto y Siria, pues eran expertos en levantar pesadas estructuras y que además acompañaron a un pueblo invasor, en plena Edad del Bronce.
Avebury, otro monumento similar pero mucho más antiguo, construido a finales del tercer milenio antes de Jesucristo, es un círculo delimitado por un anillo de 100 pilares que encierra en su interior dos templos de piedra maciza y sin labrar, cuya disposición es también circular, con 30 pilares cada uno. Estos configuran otro círculo de 12 pilares, y uno más utilizado como altar. Una avenida penetra en el interior del terraplén y rodea dos túmulos, uno de los cuales adopta la forma de falo, y el otro recuerda el escroto.
Más hacia el sur se alza el túmulo artificial más grande de Europa: Silbury Hill, de unos cinco acres de extensión. Era el “Castillo en Espiral” británico, afianzado en la mitología druídica. La espiral simboliza el tránsito del alma después de la muerte y, asimismo, el movimiento original, la fuerza creadora. La evolución y la involución.
En cuanto a New Grange, la llamaban Brughna Boyne los viejos irlandeses. Era una fortaleza circular o Caer Sidi tumular, en la que se hallaban enterrados los principales magos del país. Fue la morada de Dagda. Medía 50 pies de altura, construido mediante un simple amontonamiento de piedras, con un peso de 50.000 toneladas, recubierta con grava de curazo blanco en honor de la Diosa Blanca. En su interior hay una cueva precéltica con grandes losas para las inhumaciones. La planta tiene forma de cruz céltica. Dice J. M. De Prada en su libro “Mitos y leyendas celtas” que “los druidas acudían a los Sidhe en busca de consejo para realizar fórmulas mágicas y para recibir la inspiración poética. Los túmulos eran, a un tiempo, fortalezas y tumbas, y solían acogerse a la protección de una hechicera, el hada irlandesa Banshee. Cuando un rey sagrado precéltico moría, era enterrado en el túmulo, pero su alma se evadía y ocupaba una plaza en el “Castillo en Espiral”.
En la bahía de Sligo existe otra construcción parecida y que permanece intacta: el Cairn de la Reina Maeve, la primera de las hadas, que yace sepultada bajo 40.000 toneladas de piedra. Es una tumba-fortaleza típica, laberinto al que van a perderse los héroes, y en cuyas lóbregas entrañas perecen la mayoría. Es el “Castillo de la muerte”, “El Laberinto” por el que pasaron Teseo, Hércules y los celtas Amathaon, Gwydyon, Owain, Cuchulainn y Arturo, héroes y reyes sagrados que trataron de hallar el camino hacia la Diosa Blanca.