En el plano espiritual, que no es realmente el plano espiritual sino más bien emocional, que vibra bajo o alto, de acuerdo a la calidad de pensamientos que la mente le envía, sean éstos altos o bajos, nuestro campo emocional en un tono alto o bajo, sombrío o de bellísimos colores. Estas vibraciones altas o bajas, por “Ley de Correspondencia” se reflejan en nuestro plano físico y así vemos que el cuerpo se enferma o sana de acuerdo con las emociones que lo sacuden. Así tenemos las curas psicológicas, que no son otra cosa que hacer variar el tono mental del individuo. Vemos las curas por música, lo que se está llevando a cabo y en los sanatorios mentales. Curas por sugestión, etc. El cuerpo obedece fielmente los dictados de la mente, porque el cuerpo es esclavo de sus emociones y la mente es la que lleva la batuta dirigiendo el campo emocional. La “Ley de Correspondencia” sigue actuando en tal forma, que nuestra rata vibratoria alta o baja, sale de nuestro cuerpo para tocar a todo lo que nos rodea. Según nosotros pensamos, así sentimos y actuamos. Una persona que tiene una mente alegre, actúa constructivamente, es simpática, muestra un organismo sano y atractivo, porque sus órganos funcionan normalmente, su corazón late con regularidad, su hígado actúa con eficacia, sus ojos brillan, respira con amplitud, su sangre corre a velocidad conveniente, respira rítmicamente y enriquece su sangre con el oxígeno debido, todo su cuerpo refleja salud y belleza; él goza de la vida. Es lo que corresponde por “Ley de Correspondencia”, porque él alegra el ambiente en que se mueve. Esta Ley de Correspondencia como las otras 6 Leyes es extensísima. Podríamos hablar de ella en varias clases, sin abarcarla enteramente, pero les diremos lo esencial.
Vamos a decir que sabemos que nuestros pensamientos son cosas (lo hemos visto en la Ley de Mentalismo). Cosas que adquiere vida, puesto que es energía que nuestro cerebro lanza al espacio en ondas electromagnéticas, las cuales se juntan con otras ondas afines, lanzadas por otras personas, formando esto una fuerza destructiva o constructiva, de acuerdo con la calidad de las ondas mentales que las han generado. Estas figuras, seres o fuerzas, tienen vida e inteligencia y por “Ley de Correspondencia” conocen al sujeto que las formó la mente que les dio vida; pues obedeciendo esta Ley y de acuerdo con la “Ley del Ritmo” (aquí vemos cómo es que las Leyes funcionan entrelazadas unas dentro de las otras) periódicamente se acercan a tentarnos, a provocar en nosotros la misma reacción que las originó, para así ellas robustecerse y seguir creciendo y actuando a nuestra costa.
Una persona que no conoce cómo funcionan las Leyes de Mentalismo y de Correspondencia, se deja atrapar por estos monstruos invisibles, pero auténticos, con existencia, inteligencia, voluntad, vida y nombre, y que se llaman “Egrégores”, sigue indignándose cada vez que ellos vienen a soplarle en el oído mental, el hecho que originó su indignación primera haciéndole sentir odio, angustia, miedo, rencor, sumergiéndole en algún complejo, etc. La persona vuelve a reaccionar de idéntica forma que la primera vez, y vuelve a lanzar al espacio las mismas vibraciones negativas, que refuerzan a estos monstruos y los hacen crecer más cada vez. Hay personas que, atormentadas por un Egrégor muy fuerte, caen en la neurastenia, llegan hasta la locura o el suicidio. En cambio, el que trata de destruir a estos Egrégores, mandando al diablo todo pensamiento depresivo cuando es tentado por el recuerdo ingrato y diciendo:
“YA ESO PASÓ, LO PERDONÉ, LO OLVIDÉ. TÚ NO TIENES PODER SOBRE MÍ. AHORA MIRO HACIA EL FUTURO CON OPTIMISMO, AHÍ ESTÁ TODO EL BIEN DE DIOS ESPERÁNDOME. VETE EGRÉGOR, QUE NO TE NECESITO, YA TÚ NO TIENES PODER”.
Entonces esta fuerza que no encuentra alimento se retira cabizbaja, y si cada vez que intenta tentar, se le trata de igual forma, se irá debilitando cada vez más hasta desaparecer completamente.
El que conoce la Ley de Mentalismo sabe que debe sembrar pensamientos alegres y de bien en el Cosmos y luego recogerá sus frutos a su debido tiempo.
“POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS”, dicen las Escrituras. Estos frutos son ni más ni menos que los sucesos que acaecen en nuestra vida. Según pensamos y sentimos, así actuamos y así son lo sucesos que nos salen al encuentro.