RESIGNACIÓN
¡Bendito seas, Señor, por tu infinita bondad; porque pones con amor sobre espinas de dolor rosas de conformidad!.
¡Qué triste es mi caminar!... Llevo en el pecho escondido un gemido de pesar, y en mis labios un cantar para esconder mi gemido.
Tú sólo, Dios y Señor, Tú, que por amor me hieres; Tú, que con inmenso amor, pruebas con mayor dolor a las almas que más quieres,
Tú sólo lo has de saber; que sólo quiero contar mi secreto padecer a quien lo ha de comprender y lo puede consolar.
¡Bendito seas, Señor, por tu infinita bondad, porque pones con amor, sobre espinas de dolor, rosas de conformidad!...
Será el dolor que viniere en buena hora recibido. Venga, pues que Dios lo quiere... ¿Qué me importa verme herido si es mi Dios el que me hiere?.
Yo no me quejo, Señor; yo sé que es goce el dolor si se sufre por amar, y el padecer es gozar si se padece de amor.
Yo quiero sufrir, Señor; quiero por amor gozar la dulzura del dolor; quiero hacer mi vida altar de un sacrificio de amor.
Vivir sin penas de amores es triste vivir sombrío, como el del agua de un río que, sin árboles ni flores, va por un campo baldío.
Vida, la falsa alegría yo no te envidio, que el día que fuere mi vida así temblando de horror diría: ¡Dios se ha olvidado de mí!.
No huyáis penas y dolores con flaqueza de cobarde, ni busquéis falsos amores, que mueren, como las flores, en el morir de la tarde.
Saber sufrir y tener el alma recia y curtida es lo que importa saber; la ciencia de padecer, es la ciencia de la vida.
Por eso, Dios y Señor, porque por amor me hieres, porque con inmenso amor pruebas con mayor dolor a las almas que más quieres;
porque sufrir es curar las llagas del corazón; porque sé que me has de dar consuelo y resignación a medida del pesar;
por tu bondad y tu amor, porque lo mandas y quieres, porque es tuyo mi dolor..., ¡bendita sea, Señor, la mano con que me hieres!.
José María Pemán (1898-1981)
*Fondo por Vainica*
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