PALMERA DEL DESIERTO
Palma gentil, del bosque soberana! ¡yergue tu cuello ufana, que ante tu excelso tronco, la techumbre de la alta selva apenas es alfombra do tendida tu sombra ondula del ocaso a la áurea lumbre!
Sí, que del bosque el secular follaje te rinda vasallaje, al par que tú, con trémulos vaivenes, audaz a la región del trueno subes para que orlen las nubes con diáfano cendal tus regias sienes.
Al desatarse allí tu copa al aire, ¡con qué gentil donaire el verde encaje mece cada rama! tal, en brillante fiesta, ondula, juega, se descoge o repliega el abanico de andaluza dama.
Y si al hechizo de tu esbelto talle, desde lejano valle vuela a pulsar enamorado viento tus muelles flecos en la noche umbría, tu copa al cielo envía himnos de amor en regalado acento.
De amor sin par; que al són de tu ramaje, del árabe el linaje meció feliz su primitiva cuna; y sólo tú seguístele proscrito al arenal maldito donde vaga sin rumbo y sin fortuna;
Do no se ve del matinal rocío el fúlgido atavío al sol brillar sobre tus verdes frondas, ni de sereno lago en la ribera tu imagen hechicera oscilar a tu pie bajo las ondas;
Do no se escuchan trinos ni el murmullo de fuentes, ni el arrullo de palomas, ni brilla flor galana, verde sembrado ni lozano huerto: ¡sólo tú... y el desierto! ¡el rojo sol... y errante caravana!...
¡El sol! que por centurias hiere en vano tu ramaje liviano, porque su rayo, a tu vaivén airoso, sobre tus hojas fascinado duerme: ¡que la hermosura inerme siempre el escollo fue del poderoso!
¡Allí tu tronco estremecido cruje del Abrego al empuje, que la arena levanta en turbia espira, y tu copa descuella siempre sola, pabellón que enarbola el Amor sobre el campo de la Ira!
¿O acaso el Yermo en tiempo primitivo, al defender altivo su manto de verdor, luchando en vano contra el poder que le dejó desnudo, salvar apenas pudo ese jirón en su convulsa mano?...
¡Ah, sí! ¡Venid, y tras la huella mía seguidme hasta la ería llanura sin confín! Con la voltaria arena por alfombra, con la lumbre del cielo por techumbre, entremos en la ardiente y solitaria
región del Exterminio: do triunfante sobre nube gigante de raudo polvoroso torbellino, ¡su espectro cruza el ámbito infecundo!... refléjanse del mundo la informe cuna y el final destino.
Sobre este vasto espejo de la Nada, donde la luz lanzada sobre la faz del arenal bravío, -como del siglo la rebelde ciencia- ¡derrocha su opulencia en alumbrar la Nada y el Vacío!
Menos traidora, la Tiniebla acata el pudor, y recata su estéril seno en negra vestidura: la luz que a la Esperanza corta el vuelo es tiniebla sin velo que audaz se ostenta en desnudez impura!
Sí ¡desdichado suelo! tus raudales, tus nieblas matinales huyeron, con tu gala verdecida, tus frutos, tus aromas y tus flores; y te fueron traidores aun los gérmenes mismos de la vida!
¡y fue tu mismo sol el incendiario! el Siroco nefario que con lúgubre aullido el fuego atiza, un tiempo el aura fue de tus jardines! tu arena sin confines es de tu antigua pompa la ceniza!
No el horizonte bástale por fosa, la ceniza rebosa del cerco azul por sobre el linde vago, y el mustio polvo, allí, de humanas greyes al polvo de los reyes mezcla el Simún con pavoroso estrago.
Que los reyes que púrpura vistieron, cetro y vida rindieron ante el Poder que exalta y que destrona; mas del frondoso reino la presea, en cuya sien cimbrea de trémulo verdor triunfal corona;
Esa, que invicta en garbo y esbelteza, prolífica adereza reparador manjar en blando nido que próvida recata en su corona; la que el óleo sazona que de la pingüe oliva pone olvido;
esa, que herida en la procera frente, la vivífica fuente mana, cuyo raudal emula ufano la blanca espuma que al nacer el día exprime en la alquería de la vaquera la robusta mano;
La que opulenta en su collar espacia con generosa audacia de cauteladas urnas los turgentes senos, donde la cándida ambrosía y el refrigerio cría para sustento a desvalidas gentes;
La que de frutos mil ostenta opimo el pródigo racimo, blasón y prez de su donoso tallo, no la vida rindió, que su diadema, al par que regio emblema tesoro y vida fue para el vasallo.
Por eso, aún hoy, allí tu cetro impera, ¡munífica palmera, honor y timbre de la ardiente zona! tú conquistaste inmarcesible vida y reina fuiste ungida por la mano que exalta y que destrona!
y luego osaste, intrépida y fecunda, de la tribu errabunda los destinos seguir hasta el desierto, y eres del Adüar único amparo y del oasis faro, Y en proceloso trance único puerto!
Y de tu fronda cuelgas al abrigo, para rey y mendigo, con largueza sin par que al mundo asombra, del dátil redentor el rico enjambre; que el espectro del hambre jamás violó el recinto de tu sombra.
¡Jamás!... Cuando el Simún abate el vuelo y al pavorido suelo se desploma su inmenso torbellino, tu copa exhala por la mar de arena, acentos de sirena que lejos oye el triste peregrino;
y un grito al columbrarte en lontananza el peregrino lanza, bendice a Alá y en su oración te nombra; Y tú le brindas fruto y dulce ambiente, Y acaricias su frente, su tienda y su camello con tu sombra!
Diego Fallon (1834 - 1905)
*Fondo por Vainica*
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