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Reflexiones y Poemas: DAR Y RECIBIR
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De: VAINICA  (Mensagem original) Enviado: 13/08/2011 16:12
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  
DAR Y RECIBIR 
 

He conocido muchas personas que se preocupan por los otros,

 que son extremadamente generosas a la hora de dar, y
 que sienten un profundo placer cuando alguien les pide
un consejo o apoyo.

Hasta aquí todo bien: es estupendo poder hacer el bien

a nuestro prójimo.

En cambio, he conocido a muy pocas personas capaces de

 recibir algo, aún cuando les sea dado con amor y generosidad. Parece que el acto de recibir hace que se sientan en
 una posición inferior, como si depender de otro fuese
 algo indigno.

Piensan: "Si alguien nos está dando algo es porque somos incompetentes para conseguirlo con el propio esfuerzo". 

 O si no: "La persona que me da ahora, un día me lo

cobrará con intereses". O aún, lo que es peor:

 "Yo no merezco el bien que me quieren hacer".

¿Por qué actuamos así?

Porque nos cuesta entender que este universo está

constituido por dos movimientos.

El primero es la expansión, rigor, disciplina, conquista;

 el segundo es la concentración, meditación, entrega.

Basta mirar nuestro corazón (y no es por casualidad que

el corazón siempre fue considerado como el símbolo de la vida), para comprender que son estas dos energías las que lo
hacen latir, contraerse y expandirse al mismo ritmo.

Las numerosas estrellas del cielo están emitiendo luz, pero

 al mismo tiempo están absorbiendo todo a su alrededor,
por aquello que es conocido por los físicos como
fuerza de la gravedad.

Así los actos de dar y recibir, aún cuando sean

 aparentemente opuestos, forman parte del mismo

 y continuo movimiento.

No es mejor quien da con generosidad, ni es peor

 quien recibe con alegría.

El amor es, justamente, fruto de estas dos cosas, y

una pequeña historia ilustra bien lo que quiero decir:

"Un leñador, acostumbrado al arduo trabajo de derribar

 árboles, terminó casándose con una mujer que era

exactamente su opuesto: delicada, suave, capaz de

 hacer lindos bordados con sus dedos gentiles.

 Orgulloso de su esposa, él pasaba todo su tiempo en

el bosque, haciendo su trabajo para que nada faltase

en su casa.

Vivieron juntos durante muchos años, tuvieron tres

 hijos que crecieron, estudiaron, se casaron y fueron

a vivir a lugares distantes, como suele suceder la mayoría

 de las veces. La pareja continuaba en la misma

cabaña, pero mientras el hombre se sentía cada vez

 más fuerte por causa de su trabajo, la mujer empezó

 a debilitarse. Ya no bordaba más, perdió el apetito,

no hacía sus caminatas diarias, y vio desaparecer

 toda la alegría de su vida. Su estado de salud se

agravó de tal manera que ya no se levantaba más

 de la cama.

El marido ya no sabía que hacer. Una noche cuando una

 fiebre alta hizo que el rostro de su esposa adquiriera

 una palidez mortal, él tomó con sus manos fuertes

 los delicados dedos de su esposa y comenzó a llorar:

- ¡No me dejes!-decía sollozando.

La mujer tuvo fuerzas para decir, en medio de

 los delirios provocados por la fiebre:

-¿Pero por qué lloras?

-¡Porque te necesito!


El brillo de los ojos de la mujer pareció retornar.

¿Y sólo ahora es que me lo dices? Yo pensé que

cuando nuestros hijos crecieron y partieron, mi vida

 había perdido el sentido. ¡Tú siempre has sido

 tan independiente!.

-Yo tenía vergüenza de recibirlo -dijo el leñador.-

 Siempre pensé que no merecía todo lo que

hacías por mí.

A partir de ese día la mujer volvió a recuperar la

 salud, volvió a caminar por el bosque y a hacer
 sus bordados.

Su vida había vuelto a tener sentido porque alguien

la necesitaba. Alguien era capaz de recibir la

mejor cosa que podía dar: su amor.

 

(Paulo Coelho)

 

 
 
 
 
 

*Fondo por Vainica





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