El Jardinero preparó el terreno por un largo tiempo, hasta
que al fin, decidió plantar sus árboles preferidos.
Cuidados intensos les dio: el sol abrasador, las heladas,
períodos de sequía, las plagas, los vientos intensos, tuvo
que sortear.
Día a día, los veía crecer: sus nuevos brotes, las ramas
fuertes, hojas abundantes, raíces firmes, sanas y
profundas.
Los pájaros, las abejas, las mariposas, venían a saludarlos
a diario con bailoteos de alegría, colores y sonidos,
festejaban cada nuevo amanecer.
Orgulloso estaba el Jardinero con lo que había logrado.
Fue duro, mucho tiempo dedicado a protegerlos, pero los
frutos que cada año cosechaba hacía apreciar, todos
sus esfuerzos y sacrificios.
Cuanto placer disfrutar de esas tardes, bajo la sombra
reparadora de ese bosquecito...
Que hermosas primaveras vivió, acariciando las hojas
reverdecidas que nacían, las fragancias de sus flores, y
el suave sonido de sus ramas, al vibrar por la tenue brisa.
Sentía que sus arbolitos del jardín, se sentían felices y a
gusto con el trato recibido.
Una noche cerrada, las nubes bajas y negras cubrieron
el firmamento del jardín.
Nada se veía, pero en el aire viciado se podía respirar
que algo terrible iba a suceder.
Personajes siniestros aparecieron en el lugar: leñadores,
el propietario del campo y autoridades vecinales, con
herramientas nunca vistas y grandes camiones, comenzaron
a extraer de raíz una importante cantidad de árboles...
algo así como 200.
Se los llevaron y fueron vendidos, obteniendo un beneficio,
nunca equiparable al daño ocasionado.
En pleno ataque al jardín, destruyeron o dañaron a
muchos más.
Infinidad de ramas, hojas y flores quedaron esparcidos
por todo el predio.
La masacre forestal duró apenas unos minutos.
El Jardinero se encontraba descansando, pero una
fuerza interior inexplicable lo hizo levantar.
Salió apresurado hacia el jardín, “su jardín”, porque
ya era parte de su vida.
El asombro, la impotencia, el desconsuelo, la desesperación
invadieron su cuerpo.
Le costaba creer lo que estaba viendo.
El hecho estaba consumado. Nada podía hacer.
Tanto esfuerzo, tanta dedicación, tanto amor depositado
en ese, “su jardín”.
Porque, porque, porque?, se preguntaba insistentemente.
La mayoría de los árboles arrancados eran muy jóvenes,
estaban comenzando a ser fuertes.
Un grito desgarrador se escuchó en toda la comarca
y comenzó a llorar.
Su llanto era incontenible.
Un llanto continuo caía de sus ojos y la soledad le
llegó de repente.
El silencio era sepulcral.
Sus piernas se aflojaron y cayendo de rodillas, se apoyó
en uno de esos árboles lastimados, y lo abrazó con todas
sus fuerzas.
Las primeras luces del amanecer enfocaban el lugar.
Impresionantes cráteres se habían formado.
Pozos irrellenables. Olores nauseabundos, cuervos
revoloteando, nada tenía color, todo era gris.
El jardinero quedó a la espera de una respuesta a su porque.
Algunos vecinos se solidarizaron con él.
Otros lo criticaron:
“lo que pasó es que no los supo cuidar, por eso
el resultado”.
Con mucha paciencia, fortaleza y tenacidad, fue rellenando
día a día esos pozos.
Pero su esfuerzo era en vano: no los podía tapar.
Sin embargo, fue observando que a su alrededor,
comenzaban a salir infinidad de flores multicolores,
nunca vistas, que se multiplicaban solas.
Las lágrimas derramadas actuaban como fertilizantes.
Nunca volvió a ser como antes.
Los árboles que quedaron, dejaron de dar frutos por
un largo período de tiempo.
La devastación provocó grandes cambios en el lugar.
El Jardinero, envejecido, con las fuerzas que le quedaban,
comprobó un día que esas flores, tenían profundas raíces.
Nunca nadie pudo cortar ni una sola de ellas.
Sus raíces se vincularon a las raíces de los árboles
arrancados.
Los arbolitos no están, pero la belleza de esas flores
provocaba la admiración de todos aquellos que las venían a ver.
Esas flores únicas, eran flores de: JAMEA
JUSTICIA, AMOR, MEMORIA, ESPERANZA Y AMISTAD.
El Jardinero murió, pero las flores permanecieron
eternamente en ese “SU JARDÍN”
Cualquier semejanza con la realidad, es una coincidente verdad.
Como dijo Joan Manuel Serrat:
NUNCA ES TRISTE LA VERDAD, LO QUE NO
TIENE ES REMEDIO.