Que Dios no permita que yo pierda el romanticismo, aún sabiendo que las rosas no hablan.
Que yo no pierda las ganas de vivir, aún sabiendo que la vida es, en muchos momentos, dolorosa.
Que yo no pierda las ganas de tener grandes amigos, aún sabiendo que, con las vueltas del mundo, ellos se acaban yendo de nuestras vidas.
Que yo no pierda las ganas de ayudar las personas, aún sabiendo que muchas de ellas son incapaces de ver, reconocer y retribuir, esta ayuda.
Que yo no pierda el equilibrio, aún sabiendo que incontables fuerzas quieren que yo caiga.
Que yo no pierda las ganas de amar, aún sabiendo que la persona que yo más amo puede no sentir el mismo sentimiento por mí.
Que yo no pierda la luz y el brillo en la mirada, aún sabiendo que muchas cosas que veré en el mundo oscurecerán mis ojos.
Que yo no pierda la garra, aún sabiendo que la derrota y la pérdida son dos adversarios extremadamente peligrosos.
Que yo no pierda la razón aún sabiendo que las tentaciones de la vida son incontables y deliciosas.
Que yo no pierda el sentimiento de justicia, aún sabiendo que el perjudicado pueda ser yo.
Que yo no pierda mi fuerte abrazo, aún sabiendo que un día mis brazos estarán débiles.
Que yo no pierda la belleza y la alegría de ver, aún sabiendo que muchas lágrimas brotarán de mis ojos y escurrirán por mi alma.
Que yo no pierda el amor por mi familia, aún sabiendo que ella muchas veces me exigirá esfuerzos increíbles para mantener su armonía.
Que yo no pierda la gana de donar este enorme amor que existe en mi corazón, aún sabiendo que muchas veces él será sometido y hasta rechazado.
Que yo no pierda las ganas de ser grande, aún sabiendo que el mundo es pequeño.
Y por encima de todo... Que yo jamás me olvide que ¡Dios me ama infinitamente! que un pequeño grano de alegría es esperanza dentro de cada uno es capaz de cambiar y transformar cualquier cosa, pues... La vida es construida en los sueños y concretizada en el amor.