TENDER PUENTES
No hay tarea más hermosa que dedicarse a tender
puentes hacia los hombres y hacia las cosas.
Sobre todo en un tiempo en el que tanto abundan los
constructores de barreras.
En un mundo de zanjas ¿qué mejor que entregarse a
la tarea de superarlas?
Pero hacer puentes, y sobre todo, hacer de puente,
es tarea muy dura. Y que no se hace sin mucho sacrificio.
Y, lógicamente, sale caro ser puente.
Este es un oficio por el que se paga mucho más de lo
que se cobra.
Un puente es fundamentalmente alguien que soporta
el peso de todos los que pasan por él. La resistencia, el
aguante, la solidez son sus virtudes.
En un puente cuenta menos la belleza que la capacidad
de servicio y la utilidad. Y un puente vive en la ingratitud.
Los usamos para cruzar y, cuando alcanzamos la
otra orilla, nos olvidamos de ellos.
Incluso los puentes suelen ser lo primero que se
bombardea en las guerras.
A pesar de ello, amigos míos, ¡qué gran oficio el de
ser puentes!”
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(José Luis Martín Descalzo)