Poder antenerse firme en determinada postura es admirable,
hasta que queda claro que esa postura está errada.
Quienes tienen la capacidad de admitir que están equivocados
pueden continuar progresando
Quienes insisten tercamente en que están en lo correcto, ante
la clara evidencia de que no es así, quedan atorados en el
lodazal de su propio orgullo.
Las equivocaciones y los errores ya son suficientemente
dañinos por si mismos.
No hay ninguna necesidad de aumentar aún más el daño que
producen, insistiendo en ellos.
Lo mejor que puedes hacer ante una equivocación es reconocer
el error y aprender de él.
Lo peor que puedes hacer es defenderlo e insistir en él.
Las equivocaciones pueden convertirse en magníficos maestros.
Los errores son inevitables
Cuando uno intenta conseguir algo ambicioso, sea lo que fuere,
no hay dudas en cuanto a que algunas veces equivocará el camino.
Así y todo, esos giros equivocados en la ruta pueden ayudarte
a avanzar, siempre y cuando tengas el coraje y la humildad de
admitir que te has equivocado y de retroceder para salirte de ellos.
Siempre que estés logrando avanzar estarás cometiendo,
al mismo tiempo, algunos errores, reconócelos, admítelos,
aprende de ellos, corrige el rumbo y luego avanza más velozmente
que nunca antes.
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