Antes de tus palabras no hubo nada, sólo viento al pasar, sólo rumores; antes de tus palabras, la alborada despertaba vacante de colores; antes de tus palabras, mutilada se vio la primavera de sus flores. Sólo al hablarme tú se hizo armonía la noche oscura, la mañana fría.
No, no en la oscuridad. Odio la sombra, no la mía o la tuya, sino aquella que nos logra cubrir como un sudario, y nuestras vidas viven, no están muertas. Quede la noche fuera, aunque se aferren a ventana y balcón sus uñas negras. Sea la luz testigo de cuanto somos, cuanto hacemos; duerma sólo en ociosidad, no en ajetreo, y en este empeño nuestro, vea, vea.
Puedo cerrar los ojos y entreverte, pero quiero mirarte; la tiniebla es cuatrero de formas, la detesto; requiero frente a ti visión externa.
Ni aun al momento del orgasmo espero perder tu imagen, tu mirada en flecha hacia la diana de la mía, fija, y que ambas se mantengan.
Ah, el poder incitante de la luz, seductora y centinela.
Nunca en la oscuridad, que hace distancia. Así, a la luz, mi amor, cerca, muy cerca.