SOMBRAS...
Amo el atardecer, cuando sombrío muere el sol y los campos se obscurecen. Amo las margaritas que florecen junto a la losa del sepulcro frio.
Al viejo claustro, al caserón vacío, cuyos muros se ocultan y ennegrecen bajo la hiedra y, tétricos, me ofrecen la callada quietud que tanto ansío.
Amo, en las noches del invierno helado, la majestad del templo abandonado; y a la voz amo, en fin, de la campana, cuyo ronco tañido nos advierte que la paz no se logra ni se gana sin pisar los umbrales de la muerte.
Gregorio de Chávarri
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