
Cada día,
pensemos que es el primero,
para vivirlo con sorpresa;
y el último,
para aprovecharlo como nuestra última oportunidad.

Cada día,
busquemos nuestra felicidad
haciendo más feliz a algún otro.

Sembremos
una semilla
de cuyos frutos podamos vivir al día siguiente.

Renovemos
nuestro corazón de tal manera
que no quede amargura alguna para el día siguiente.

No guardemos