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Hace mucho, muchísimo tiempo todo era blanco y negro. Era feo, triste, aburrido porque no había colores ni sonidos. Un día desde lo más alto del cielo cayó una gran bola de fuego sobre una enorme montaña blanca en nieve. Al unirse esta con el frió empezó a derretir la nieve, transformando el agua en un rió lleno de colores. Estas se mezclaron con los árboles, las flores con el cielo y con los animales que andaban por allí. A partir de ese momento todo cambió. Los colores iluminaron y alegraron el lugar. Cada una mostraba su felicidad por medios de su brillo. Desde allí todos juntos hicieron una reunión para regalar un pedacito de su color al cielo. Las copas de los árboles estiraron sus hojas obsequiando su color verde. El inmenso océano compartió un poco de su azul intenso. Los frutos anaranjados, el durazno, la naranja, la mandarina y otras apartaron su color. Las uvas y moras hicieron lo suyo con el violeta. El amarillo fue regalado por un campo repleto de girasoles. Los cardenales contentos quisieron aportar algo dando el rojo de sus copetes. El cielo feliz también estuvo presente a través de su color celeste. A partir de allí, cada vez que llueve y sale el sol aparece pintado entre las nubes, este bello regalo de la naturaleza que decidieron llamar Arco Iris.
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