LA CATEDRAL Y LA VIEJA PLAZA
Tocaban las religiosas campanadas, En la alta atalaya de la catedral. Y en el vetusto y solitario reloj, Sonaban las cuatro, las cinco, y las dos, Pero muy pronto, amanece un nuevo día, Y se abre la puerta del Ave María.
En el hondo silencio de vieja plaza Se escucha tocar el órgano solemne. . Y las altas puertas me invitan entrar. Con una suave brisa del mes de abril, Mueve plácidamente las altas copas De los apretados y cerrados árboles.
Ya todo es paz y sosiego, las palomas Se elevan hasta los tejados del Templo. Ya se abren las puertas de la Catedral. Una fina lluvia, con un suave viento, Llegó acariciado mi rostro ofreciéndome Momentos de éxtasis y felicidad.
Y traspasé, con mis pies la vieja reja. Y oigo en el interior de la Catedral, El coro etéreo de la escolanía, Cantando los niños el Ave María. Caminé lento, hasta el interior del templo, Miré admirado la gran belleza unida La magnificencia, y la solemnidad, De la armoniosa y grandiosa Catedral
La luz de un nuevo día se difumina Desde la altas vidrieras en mil colores Por los altos y esbeltos ventanales. Hechizo y placidez embriagaban mi alma, Como si llevará luz en mi interior, Y yo no pudiese ver, su resplandor. Gloria a Dios, y Gloria y todos los hombres De otros tiempos, que hicieron y elevaron Aquella grande y mística Catedral.
Antonio Lara
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