Quisiera que la noche cuente estrellas y la luna quede ciega, que tu cuerpo se me pegue y tus manos, como sedas, me acaricien como saben sólo ellas.
Que el silencio nos abrace.
Que sea eterno nuestro beso.
Que mi verso no se acabe.
Que el gemido, que nos corre por la sangre, se haga rezo.
Quisiera, ser la rosa de tu pecho y embriagarme en su perfume.
Quisiera, avivar ese brillo de tus ojos y encender con ellos mil hogueras en tu lecho.
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