Las palabras tienen un poder tremendo para sanar y bendecir, y una fuerza terrible para causar daño y maldecir. Nuestra intención lo determina todo. Es por eso que es importante considerar a la persona con la que estamos hablando y saber dónde está nuestro corazón. Hoy, piensa antes de hablar. Controla y cuida cada palabra que salga de tu boca. Usa tus palabras como una fuerza para ayudar a la gente.