Este fenómeno explicaría a su vez el otro desastre climático de la temporada: las altas temperaturas que se registraron en Rusia. Al interrumpirse las corrientes de aire, las lluvias no alcanzaron a llegar al territorio ruso, lo cual desencadenó el verano más intenso de los últimos 130 años. Villas enteras sucumbieron bajo las llamas, 53 personas fallecieron y 3.500 perdieron su hogar.
Como lo insinuó Asrar, lo de Rusia y Pakistán es apena el comienzo. Durante el siglo XX la temperatura del planeta se incrementó en 0,6ºC, suficiente para desatar estos desastres. Los pronósticos apuntan a que en el siglo XXI la temperatura se podría elevar hasta 2ºC, en el mejor de los casos, potenciando más y mayores desastres.