ROCE
A la sombra de los muslos mi sexo estaba dormido, auriga a quien sobre el carro se le ha cerrado el camino; sin sueños alborotados, ni recuerdos, sólo olvido; en la horizontalidad yacente del obelisco que sobre la tierra tibia renunciara al equilibrio; y le despertó al pasar el roce de tu vestido, cálida sombra indecisa de perfiles curvilíneos surcando indolente el aire en pausado remolino. Como si una mano suave llamara con sus nudillos ligera, tímidamente, con discreción de mendigo. Voz fuiste inarticulada, eco de mundos y siglos, que arropada llegó en pliegues, llamándole del exilio. Y a quien tendido dormía tu silencio se hizo grito, alzándole a borbotones erecto como un cuchillo. Leve contacto, manténte; no pases como navío hacia horizontes oscuros, que es glacial el infinito; lanza las anclas al fondo en la rada del instinto.
Texto de Francisco Álvarez Hidalgo
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