El propósito del cuerpo es sufrir, y el propósito del alma es disfrutarlo. Antes de nacer, nuestras almas pidieron un cuerpo donde pudieran experimentar dolor para poder alcanzar su propósito de purificarse a sí mismas. Cuando rechazamos el dolor en nuestras vidas es cuando se vuelve doloroso. Cuando lo abrazamos y aprendemos de él, no duele tanto, y pasa más rápido. Hoy, redefine el dolor como la experiencia misma del aprendizaje. Sólo entonces los mensajes se revelarán más rápido, más fácilmente y con mayor claridad. Esto requiere de valor.