Partamos de la imagen de la mujer frente al espejo. Recordá a Picasso y sus colores quebrados en la superficie de lo soportable, los dos cuerpos diferentes, nunca el reflejo el uno del otro.
Dejalo ahí. Pensá en el poeta inventariando el cuerpo poseído Templo de los Abandonos, en el que atisba desde la semiluz y semisombra al onírico cuerpo femenino paseándose por habitaciones clandestinas ofreciéndose hermosamente irregular en la superficie frágil del cristal, seguro.
Dejalo también Te ofrezco el recuerdo de mis propios pasos estremeciendo el suelo bailando frente al espejo dispuesta a salvar la distancia.
Desechalo. Quedate con tu imagen dibujada en la última soledad, la íntima. La que devuelve el marco oscuro y salvaje del pelo después del sueño. Relampagueo de párpados, suspiro de ausente. El cuerpo frágil, sin dueño. La no entrega. Grabalo.
KATIA. Gracias -linda amiga- por tu impotante participación en la página y tambien por tus hermosos mensajes, que tanto me agradan porque son preciosos. Saludos Casimiro.