Domingo de Ramos
Lo recibiremos con aclamaciones
y, en Viernes Santo, lo despediremos en
el silencio más absoluto.
Le cantaremos: ¡Hosana al Hijo de David!
y, en el Golgota, le gritaremos: ¡Si eres Hijo
de Dios baja de la Cruz!
.
Alfombraremos aquí su camino con olivo y palmas
y más adelante, en cualquier esquina,
le negaremos como al eterno desconocido.
.
Hoy, en los aldaños de nuestras ciudades y calles,
seremos su pueblo;
mañana nos convertiremos
en aquellos que nunca con Él estuvimos
.
Con las palmas y ramos lo acogemos
como promesa esperada y por fin cumplida
y, cuando sea ajusticiado,
asistiremos cómplices con nuestro cilencio.
.
Hoy, Cristo, entra en la ciudad de nuestros corazóne y los encuentra
preocupados y ocupados por desesperanzas que nos impiden vivir
con libertad y con la alegría de los Hijos de Dios.
.
Hoy Cristo, cuza el pórtico de nuestra vida para que entendamos que
su costado (pronto desgarrado y abierto) es un surtidor del que brota
vida abundante y que se da con pasión y sufrimiento para que no
olvidemos que será triunfo en a mañana de Pascua.