Me gusta contemplarte desnuda, blanca y lechosa como la luna
tu piel abriéndose a la oscuridad, tus poros sudando ebriedad.
Me gusta ver tus pechos danzar, en libre movimiento de mar,
tus caderas de perfecta curvatura, tus nalgas firmes en tersura.
Me gusta el perfume que desprendes, nube donde mi alma pende
tu lengua afuera, tu aliento exasperado, el labio inferior mojado.
Me gusta oirte jadear, un hálito que se destila al acabar
tu cuerpo derribado sobre el mío, soñar así nuestro destino.
(Pablo Marcelo Canes, Buenos Aires, Argentina)