La vuelta al bosque
«Vuelves por fin, ¡oh dulce desterrada!, Con tu lira y tus sueños, Y la fuente plateada Con bullicioso júbilo te nombra, y te besan los céfiros risueños Bajo mi undoso pabellón de sombra». Así, al verme, dulcísimo gemía El bosque de mis dichas confidente; ¡Oh bosque! ¡oh bosque!, sollocé sombría, Mira esta mustia frente, Y el triste acento dolorido sella, Siglos de llanto ardiente y oscuridad de muerte traigo en ella. Mira esta mano pura ¡Ay! que ayer ostentó, resplandeciendo, El cáliz del amor y la ventura, Hoy viene sobre el seno comprimiendo Una herida mortal... ¡Bosque querido! ¡Tétricas hojas! ¡lago solitario! ¡Estrella que en el cielo oscurecido Rutilas como un cirio funerario! ¡Lúgubres brisas y desierta alfombra! Alzad eterno y funeral gemido, Que el mirto de mi amor estremecido Cerró su flor y se cubrió de sombra! Sobre la frente pálida y querida Que el genio coronaba esplendoroso, y la virtud con su inefable calma, Sobre la frente ¡oh Dios! del dulce esposo, Y la virtud con su inefable calma, Sobre la frente ¡oh Dios! del dulce esposo, Ídolo de mi alma, Y altar de humanidad y de dulzura, Alzó la muerte oscura La pavorosa noche de sus alas; Y cual la tierna alondra que en su vuelo, Atraviesan las balas Y expirante y herida Baja, bañada cn sangrc desde el cielo, Y queda yerta y rígida en el suelo Con el ala extendida, Así mi corazón de espanto frío Quedó al golpe ¡Dios mío! Que mi vida cubrió de eterno duelo. Cuando volvió a la luz el alma inerte, La tierra, la montaña, el mar, el cielo, No eran más que el sudario de la muerte. ¡Oh bosque! ¡oh caro bosque! todavía De este dolor la tempestad sombría Ruge en mi corazón estremecido, y gira el pensamiento desolado Como un astro eclipsado Entre tinieblas lóbregas perdido. Y aquí estoy otra vez... ¡oh qué tristeza Me rompe cl corazón...! Sola y errante vago cn tu melancólica maleza, Por todas partes con dolor tendiendo El mirar vacilante; Ya me detengo trémula, sintiendo El próximo rumor de un paso amante; Ora hago palpitante Ademán de silencio a bosque y prado, Para escuchar temblando y sin aliento, Un eco conocido que ha pasado En las alas del viento; Ora ¡oh Dios! de la luna entristecida A los rayos tranquilos, Miro cruzar su idolatrada sombra Por detrás de los tilos: Y la llamo y la busco estremecida Entre el ramaje umbrío, En el terso cristal de la laguna, Bajo las ramas del abeto escaso, Mas en parte alguna Hallo señal ni huella de su paso. ¡Triste y gimiente río Que los pies de estos árboles plateas! ¿Por qué no retuviste y en tus urnas de hielo no esculpiste Su fugitiva imagen? ¡Aura triste Que entre las hojas tu querella exhalas! ¿Por qué no aprisionastes en tus alas El eco tanto tiempo no escuchado De su adorada voz? ¡Oh bosque amado! ¡Oh gemebundo bosque! ya no pidas Sonrisas a estos labios sin colores Que con dolor agito: Pues no pueden nacer hojas y flores Sobre un tallo marchito. Que ya en el mundo, mis inciertos ojos Sólo ven un sepulcro que engalana Flor macilenta con cerrado broche, y allí me encuentran pálida y de hinojos Las lágrimas de luz de la mañana y los insomnes astros de la noche. Otras veces aquí ¡cuán diferente Vagué en su cariñosa compañía! El arroyo luciente Como un velo de luz se estremecía Sobre la yerba humedecida y grata, Allá el movible mar desenvolvía Encajes brillantísimos de plata, y tembladoras, pálidas y bellas En el éter azul asemejaban Abiertos lirios de oro las estrellas. Él con mi mano entre su mano pura Bajo flores que alegres sonreían, Me hablaba de sus sueños de ternura; Mientras con movimiento dulce y blando, Las copas de los álamos gemían Nuestras unidas frentes sombreando. ¡Oh vida de mi vida! ¡oh caro esposo! ¡Amante, tierno, incomparable amigo! ¿Dónde, dónde está el mundo De luz y amor que respiré contigo? ¿Dónde están ¡ay! aquellas Noches de encanto y de placer profundo En que estudié contigo las estrellas, O escuchamos los trinos De las tórtolas bellas Que cerraban las alas en los pinos? ¿Y nuestras dulces confidencias puras En estas rocas áridas sentados? ¿Dónde están nuestras íntimas lecturas Sobre la misma página inclinados? ¿Nuestra plática tierna Al eco triste de la mar en calma? ¿Y dónde la dulcísima y eterna Comunión de tu alma y de mi alma? ¡Lágrima de dolor abrasadora Que corres por mi pálida mejilla! Ya no hay flores ni aromas en el suelo, Ya el ruiseñor no llora, Ya la luna no brilla, Y en la desierta lividez del cielo Se borraron los astros y la aurora. Que ya todo pasó, pasó ¡Dios mío! Para jamás volver; ¿adónde ¡oh cielo! A dónde iré sin él, por el vacío De esta noche sin fin? ¡Fúnebre bosque! Hoy todo es muerte para mí en la tierra, En la llanura con inmenso duelo Se elevan los cipreses desolados Como espectros umbríos, Las brumas en la frente de la sierra Crespones son que pasan enlutados, Van en las nubes féretros sombríos, El mar gimiendo azota la ribera, Con sollozo de muerte el viento zumba, Y es, ante mí, la creación entera La gigantesca sobra de una tumba.
LUISA PÉREZ DE ZAMBRANA
Novato |