Reticente he cruzado por la vida, contemplando las rosas a
distancia, apenas respirando su fragancia, y mi intención, a su contacto,
herida.
Las admiré en silencio en la avenida, donde el amor exhibe su
arrogancia en juvenil, perenne trashumancia, que a frívolo propósito
convida.
No sé si he sido errático o cobarde, o si tal vez llegaba
siempre tarde, o si, llegado a tiempo, fracasé.
Ay, que la piel me
tiembla, el alma grita nombres que nadie escucha, y decapita el ángel del
crepúsculo mi fe.
Texto de Francisco Álvarez Hidalgo
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