Vengo a
robar tus formas al filo de la noche, curvas de medias lunas y cimborrios
cautivos, óvalos entreabiertos en húmeda ceguera, cilindros divergentes,
ángulos encendidos.
Canta tu geometría teoremas vitales, y se miden
tus muslos en grados expansivos. No es a compás ni a escuadra que trazaré mis
líneas sobre el area bulbosa de tu carne de trigo.
Tu superficie clama
por mis planos; para ellos fraguo bocetos mudos, traigo diseños vivos, y
extendido a lo largo de tu amplitud desnuda las medidas exactas evalúo y
calibro.
Debo erigir la torre, y el ábside, y la cúpula de esta
sensual, armónica, catedral del instinto, acoplando cadencias a la técnica
experta, alborozo y fervores a esquemas y guarismos.
Órgano de
solemnes acordes acompañe al órgano marcando su metódico ritmo. La
frialdad del número, del arco y la figura combínese en la alcoba con la fe y
el suspiro.
Encajarán los rasgos de mis formas convexas en las
cóncavas tuyas, en vaivén, sin dominio, rodando por los ámbitos de músculo y
cerebro, en paridad de afectos, en perfecto equilibrio.
Armonía de
líneas exactas, de figuras mutuamente incrustadas, de fórmulas y
símbolos, de bisectriz inversa, dirigiéndose al ángulo de los muslos
abiertos, y hasta el fin de uno mismo.
Texto de Francisco Álvarez
Hidalgo
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