TANTO APRENDÍ DE TI
Tanto aprendí de ti, como si hubiera
estudiado la historia de los besos,
el mapa de los júbilos desnudos,
cada pliegue y sudor de cada lecho.
Eres mujer de miembros extendidos,
cripta sin llave, Kamasutra abierto;
piel de espontaneidad, no de sistemas,
de sugerencia, de consentimiento.
Te bebí, me bebiste, vino rojo
ensangrentando músculo y cerebro.
Tú en pleno mediodía, yo al ocaso,
estallido y murmullo, pero a tiempo.
Yo, espigador de campos de sentido,
cosecha recogí de sentimiento,
sembradora de azules, de cristales,
etérea y transparente, como el sueño.
Sin enseñarme nada, aprendí todo,
toda tú, letra, música y acentos,
lo pensado, lo dicho, lo tangible,
desenvoltura, melodía y verso.
Qué labranza de impulsos,
qué arsenal de conceptos,
tu sensibilidad reproducía
en los confines lúbricos del cuerpo.
Mi voluptuosidad recién nacía
en fervor de relámpagos y truenos.
Ah, la ciencia del bien y el mal, uncida
a nuestro afán, sin tú ni yo saberlo.
Texto de Francisco Álvarez Hidalgo